Huelo a cien fuegos de cien hogueras distintas, chimeneas y cocinas en las que nos apelotonábamos para combatir el frío. Tengo heridas en las manos, la piel dura, curtida y arrugada por el mismo sol inmisericorde y el mismo viento gélido que reventaron mis labios. Tengo las uñas llenas de suciedad y huelo a días de sudor. También a flores silvestres. Me duelen los huesos, las rodillas, los músculos. Me he caído mil veces. Me he levantado mil veces. Ninguna ha sido grave pero algunas marcas volverán conmigo.
He caminado por bosques, por junglas, por roca sólida y piedra desmenuzada, por páramos helados, por glaciares, entre arrozales. De día y de noche. He atravesado valles, puentes, ríos. He esperado al sol cada madrugada aunque a veces no apareciera. He dormido en camas duras, inhóspitas, separados de la intemperie por pobres tablones de madera que incapaces de encajar entre si tampoco podían engañar a la escarcha. He dormido arropado por mantas gruesas que jamás conocieron limpieza alguna pero si más vidas tú y yo juntos.
He bebido té. Mucho té. Muchísimo té. Cantidades ingentes de té. He comido Dal Bhat. Mucho Dal Bhat. Muchísimo Dal Bhat. Algo de pasta y cantidades ingentes de Dal Bhat. He caminado mucho y muchas veces solo, con el único sonido retumbante de mis propios pensamientos. He dejado de escucharme ante la abrumadora fuerza del agua, de cascadas y de los rápidos de los ríos. Me ha detenido ante el sonido casi constante de las banderolas de oración ondeando con furia, lanzando sus plegarias al viento.
He visto cambiar el paisaje, desnudándose a cada paso, despojado de verdes y vida hasta quedar reducido a nada más que pura piedra y hielos imperecederos. La nada y el todo. Mis pasos, ese esfuerzo infinito cargado de fatigas, cansancios y paradas en busca de alientos que llegaban con retraso me llevaron a la desolación. Tan bella. Tan hermosa.
He vuelto a Nepal, a caminar entre los gigantes del Himalaya. Les he visto enrojecidos ante el heraldo de la noche. Les he visto reflejados en ríos congelados. Les he visto surgir por encima de las nubes. Caminé durante valles y valles, esquivé montañas derrumbadas hasta encontrarme con el escondite del demonio del Kanchenjunga y sus cinco grandes tesoros de las nieves. Tercero de sus hermanos, he admirado sus 8586 metros desde norte y sur. Mis ojos fueron los únicos que una tarde lo despidieron desapareciendo entre la oscuridad. Lo que nos dijimos, los secretos y confidencias que compartimos quedarán entre nosotros.
Tras veinte días sin cobertura he perdido la noción del mundo y del tiempo. Sin libro electrónico. Sin móvil. Despojado de la atadura de las horas todo cuando ha quedado de mí ha sido yo mismo.
No podía pedirle menos al Himalaya.
No podía pedirle más.
Katmandú, a 22 de Noviembre de 2022
Escribí esto a la vuelta en Katmandú. Reflexiones en crudo de este espectacular trekking: el Campamento Base Norte y Sur del Kanchenjunga. En breve, más fotitos y crónicas.
Agradecer a la gente de Sony España y en especial a Jorge Gállego por haberme prestado para la ocasión una Sony a7c junto con un 24-105 f4.0, con el que están hechas todas estas fotos.
Sin duda espectacular todo, las fotos el texto todo. Absolutamente cada detalle nos ha puesto en tu pellejo. Gracias por esta joyita. Un abrazo y feliz navidad, hoy 22 de diciembre, leerte es nuestro gordo de la lotería. Enhorabuena.