Viajamos para conocer, para intentar entender… pero a veces no es suficiente. A veces vuelves más confundido de lo que te marchaste porque antes de salir de viaje ignorabas la enormidad de lo que desconocías. Y con Bosnia y Herzegovina ha sido mucho.
Bosnia y Herzegovina era una zona oscura en mi mapa del mundo y tras una semana recorriéndola este pequeño viaje que solo ha funcionado a modo de introducción, no ha sido suficiente para llenarla de luz. Bosnia y Herzegovina tiene un pasado complejísimo y un presente hijo de todos sus conflictos, poliédrico, infranqueable para una mirada tan ignorante como la mía. Fascinante, apabullante, duro, tenso pero cálido, humilde, digno, orgulloso… Mientras digiero lo vivido ardo en deseos de saber más.
Bosnia y Herzegovina ha sido también el primer viaje fotográfico que organizaba. No solo, si no de la mano de Sergio Otegui de Nada Incluido que confió en que tanto yo como la fotografía que hago se podría adaptar bien a los continuos escenarios cambiantes de este país: Desde las ciudades confusas y bellas a pesar de sus cicatrices hasta los paisajes salvajes y apenas explorados, llenos de ríos, cascadas y bosques inalterados por el hombre.
Bosnia y Herzegovina ha sido un viaje que definimos como fotográfico pero donde la cámara no siempre ha sido protagonista. En muchos momentos se ha tenido que quedar en pausa en un afán de comprender. Llegar a un lugar con una historia reciente tan convulsa requiere de aprendizaje, de preguntar mucho y de escuchar mucho más.
Si entender es muchas veces complicado lo es más cuando cuando los caminos y las historias se entrelazan y tres maneras absolutamente distintas de ver el mundo chocan. La religión y la política ha definido y dividido está región durante años. Católicos, Ortodoxos y Musulmanes se encuentran ahora mismo en un punto de calma, pero bajo la amabilidad que hemos recibido en todo momento se percibe la tensión, la probabilidad de que el complejo equilibrio entre los tres, acabe vencido por un rencor comprensible e imperecedero ¿Se puede olvidar? ¿Se pueden ignorar las memorias, los muertos? ¿Se puede acallar esa ascua? Las guerras civiles escapan de cualquier racionalización.
Las divisiones no se ven, pero existen y se sienten. La homogeneización, la integración y el entendimiento, no es a día de hoy posible. Queda un pacto débil, no hablado, de intentar mirar para adelante sin hablar del pasado. Pero no se olvida.
Me habían prevenido. Bosnia y Herzegovina engancha. Los Balcanes son esa otra parte de Europa que se se siente a medias de dos mundos, son tierras de intercambio, historia de mezcla, puente entre Oriente y Occidente. Todo es familiar, pero al mismo tiempo todo es extraño. Para el visitante novato, como yo, es imposible evitar la confusión.
Volveré, por supuesto. Volveré con esa inquietud de seguir entendiendo. De descifrar los enigmas que se ocultan a primera vista, para ser consciente de los pliegues de su historia y pensar que quizás no estemos condenados a repetirla. Volveré porque es un país lleno de belleza, lleno de gente encantadora, lleno de ciudades sorprendentes, plagado de cordilleras, valles, ríos, mitologías y rincones insospechados. Volveré porque necesito ver todo lo que no pude.
Necesitaré a mi cámara de testigo, mi perfecta excusa para seguir descubriendo este palimpsesto.
Mil gracias a Sergio y mil gracias a Lola, Manu, Cris, Jorge y Adriana por haber confiado en nosotros para este viaje. Estad atentos que en breve llegarán más. 🙂
Qué bueno, Ignacio !!! Tanto el texto como las fotos. Transmite exactamente el sentimiento que trajimos de ese viaje. Me alegro de haber encontrado este reportaje casi por casualidad. Muy buenos recuerdos. Un beso.