No es fácil congelar Madrid. No es fácil detener la inercia de una ciudad acostumbrada a vivir a altas revoluciones, en el traqueteo de las prisas, en el afán constante de estar en otro lado. No es sencillo enfriar esas calles donde siempre quedan las ascuas de los bares, los comercios y el calor residual de los encuentros. Suena imposible silenciar al gigante que respira con motores a lo largo de sus arterias. Por eso cuando llegó Filomena y en menos de veinticuatro horas había dejado a Madrid congelada, detenida y enmudecida los madrileños salimos a la calle en medio de una incertidumbre generalizada, sin saber muy bien que había pasado, caminando por mitad de carreteras abandonadas, rompiendo normas que habían dejado de tener sentido, descubriendo una ciudad distinta, ajena a nosotros y con la curiosidad y el deseo de conocerla de nuevo.
Todo comenzó un par de días antes cuando los pronósticos certificaron sus predicciones. La nieve llegaba, tímidamente, a Madrid. La veíamos caer desde las ventanas con cierto escepticismo, incapaces de creer en sus posibilidades de supervivencia, pero Filomena, la tormenta perfecta, el temporal opulento, llegaba con la clara voluntad de desafiar a cualquier intento de clasificarla como efímera.
Durante dos días los copos cayeron mezclados con lluvia fría que fue enfriando el ambiente, heraldos de lo que estaba por llegar. Incapaces de asegurar el futuro, muchos ya salimos a las calles para ver en primera persona, cámara en mano, como los copos constantes adornaban el cielo de Madrid. Estos primeros mensajeros gélidos se refugiaron en los tejados, los prados y los árboles, se empezaron a hacer fuertes en la tierra y los jardines, fueron una avanzadilla que se preparaba meticulosamente para conquistar el siempre latente asfalto dos días después.
Los madrileños podremos tener mucha pegas pero no se nos podrá recriminar que necesitemos de mucho para ser felices. En ese primer día cuando la nieve apenas cuajaba en algunos puntos y tan solo con un par de centímetros de grosor, el ambiente de la ciudad ya respiraba distinto y pocos eran quienes querían perdérselo. Los niños salían corriendo a la cosecha de munición para las primeras bolas, para esos protohombres de nieve que apenas se alzaban unos palmos del suelo. Los perros corrían alegres, haciendo partícipes a sus dueños, enloquecidos sobre un suelo que empezaba a crujir con esa delicadez que solo puede tener la nieve.
Quien más quien menos salió a inmortalizar ese momento, no fuera a ser que después llegaran las lluvias, subiera ligeramente la temperatura y la magia, ese momento inesperado de ver Madrid con un poquito de nieve, desapareciera para siempre. La obviedad de descubrir la estrategia de los copos de acumularse en los parques, despreciando al hormigón por la agradable compañía de las ramas, nos fue llevando a todos paso a paso, hechizados, como siguiendo una melodía inaudible de un flautista de Hamelín de hielo, hacia los jardines, armiñados, recién maquillado con una sutil capa de pálida belleza.
El Retiro había vestido a todos sus árboles para la ocasión y hasta las palmeras formaban parte de este mosaico de piezas níveas, sacadas de una fábula. Entre estos paisajes de cuento, a los que ni el diablo se podía resistir, el Palacio de Cristal ponía en valor su fragilidad de vidrio entre delicadas ramas blancas para coronarse como centro de Fantasía, sala del trono de la Emperatriz Infantil. No estábamos preparados para ese nivel de magnetismo e incapaces de apartar la mirada éramos muchos quienes por ese día ya dejamos de buscar. Nos limitamos a quedarnos allí, mirando el día desaparecer, cautivados, prisioneros voluntarios del ocaso.
El día siguiente amaneció ya con tejados nevados, vaticinio de la invasión inminente. Pero todo era tan ligero, el asedio tan educado, que costaba llegar a creérselo. Durante el día el asalto pareció perdido. Los copos dejaron paso al agua, llegaron las lluvias y con ellas el otoño de las nieves de las ramas. El invasor repelido. Madrid no se pararía, los motores seguirían rugiendo, no habría lugar para el silencio. El orden establecido prevalecería.
El sueño se había terminado.
El cuento había pasado su última página.
Qué equivocado estaba.
Con la despedida del segundo día comenzó la embestida, y aprovechándose de los confiados ánimos, comenzaron a caer los copos con vigor, sobre una ciudad tibia tras dos jornadas de frío. Llegó Filomena en todo su esplendor y lo hizo con tal fuerza que no pudimos hacer otra cosa que dejarnos arrasar. Se detuvieron los coches, se le cristalizó el alma a Madrid y la gente se olvidó de su vida anterior, de quienes habían sido hasta ese momento. Dejaron lo que estaban haciendo y salieron a encontrarse con la magia de un paisaje distinto, repletos de tímida alegría.
Nos acercamos al frío con curiosidad hasta que lo entendimos como un obsequio y entonces el arrebato fue tan natural que costaba imaginarse el mundo de otra manera que no fuera con risas. Se sucedieron los muñecos, los ángeles, las guerras de bolas y superado el desconcierto inicial hubo quien saco esquíes, trineos y huskies en una espiral de surrealismo feliz que no parecía tener fin.
Mientras tanto seguía nevando.
Seguiría haciéndolo durante la noche y gran parte del día siguiente. Emocionado por la posibilidad de imaginarme un Madrid cubierto de nieve, enterradas las pisadas de los juegos de la noche, me fui a dormir para despertarme apenas unas horas después. Eran las seis y media de la madrugada y fuera la nieve se agolpaba contra la ventana. Mientras, el cielo seguía descargando nieve y viento. Era el momento de salir a la oscuridad a encontrarme con una ciudad que había claudicado ante el temporal.
Los pies se me hundieron cuando pisé mi calle. Rompía la nieve a cada paso mientras avanzaba hacia el centro histórico de la ciudad. Las calles de Madrid estaban sumidas en un silencio sepulcral, paralizadas por centímetros de inabarcable blancura. Me abrí paso lentamente, miembro fantasma de la compañía del anillo atravesando el paso Caradhras hasta alcanzar la Gran Vía, abandonada a su suerte ante la intemperie.
Llegar a la Plaza de Oriente me costó mucho más tiempo de lo esperable. El caminar era lento, la ventisca enorme, y la visibilidad nula a media distancia. Algunos árboles incapaces de soportar el peso que la nieve había puesto sobre sus ramas, yacían en mitad de la calle, quebrados, muertos con un estruendo acallado por la noche, cadáveres sobre coches.
Me costó reconocer dónde estaba hasta que me encontré casi por casualidad con las estatuas de los Reyes Godos, vigilantes silenciosos de un jardín desaparecido, inexistente. Entonces si, aparecieron las formas, las luces, las farolas y el edifico de la �pera, enfrentado al Palacio Real, sobrepasados por un paisaje yermo, distópico, una suerte de imaginación de películas sobre el fin del mundo que por una vez tenían lugar en Madrid.
Empezaban a aparecer más curiosos a cuentagotas, salidos de entre la nada más absoluta, vagando como yo, sin rumbo, superados por el escenario. El viento se colaba por las entradas de la Plaza Mayor, arrastrando copos, creando remolinos que te golpeaban por todas partes. Lucía fascinante, irreal bajo el manto albino. Era casi imposible hacer fotos sin que la nieve se apropiara de la lente, que yo limpiaba continuamente, en una afán absurdo de mantenerla a salvo. El paraguas que había llevado para intentar ayudarme en la cobertura hacía tiempo que había muerto en su batalla contra el vendaval, pero sus restos hacían lo que podían para mantener la cellisca a raya.
Allí me encontró el amanecer, que avisó tan solo con un tenue azul, incapaz de atravesar de ninguna otra manera el temporal. Fue aclarando el día hasta que en la Puerta el Sol terminó de alcanzar su máximo punto, a media luz, y las farolas, esas pequeñas luciérnagas que como faros habían mantenido el rumbo para nadie durante la noche, se apagaron y se dejaron descansar.
Los supervivientes del día del mañana, nos empezamos a encontrar, envueltos en ropas, en ponchos, en capas de agua, en plásticos, sorprendidos de no ser los únicos, de que aún quedaran más seres vivos sobre las faz de la Tierra. Los edificios se desdibujaban, se difuminaban, aparecían intermitentemente bajo los copos. Caminábamos por mitad de carreteras vacías, como si después de un largo peregrinaje hubiéramos encontrado restos de una civilización ancestral.
Nunca había estado tan cerca de la Cibeles, que lucía más blanca que nunca, pues su proximidad había sido hasta entonces privilegio único de los coches, extintos en ese día fugaz en que reclamamos la ciudad para nosotros. Empezó a llegar más y más gente, comenzaron a aparecer esos primeros esquiadores que durante el día acabarían utilizando el metro como remonte entre Atocha y Plaza de Castilla. La gente sorprendida por lo que veía sonreía sin parar, hablábamos unos con otros, rompiendo la barrera entre desconocidos que tantas veces nos ha impuesto Madrid. Un chico rodaba por el suelo y mirando al cielo gritaba: �Que día más bello�.
Compartimos la explosión de alegría, nos permitimos por unas horas olvidarnos de los últimos meses horribles y no concedimos a la pandemia que nos ha quitado los abrazos, los besos y se ha llevado a algunos amigos que nos robara también esto. Nos dijeron que nos quedáramos en casa pero no pudimos, incapaces, sobrepasados por un regalo que necesitábamos aprovechar.
A media mañana, calado ya hasta los huesos, con la cámara chorreando agua e incapaz de enfocar, volví a casa para recuperar calor y baterías hasta el dudoso atardecer. Yo había disfrutado mi trocito de tiempo con esta improbable ciudad pasajera y ahora le tocaba a otros aprovechar bien el suyo, encontrarse con este momento único.
Quizás contado así, pueda parecer inocente, incluso egoísta. Filomena ha dejado el centro del país paralizado e incomunicado: camiones atrapados, aeropuertos cerrados, médicos que han tenido que caminar decenas de kilómetros para llegar a sus hospitales, falta de suministros, dificultades para acceder a medicinas, árboles rotos, coches reventados y abandonados, destrozos que aún no podemos imaginarnos ni contabilizar, gente aislada y en situación de emergencia. Ni soy, ni somos ajenos a todo eso, pero para los que pudimos permitirnos un paréntesis, fue una experiencia mágica.
Desconozco si volveremos a vernos en una situación así. La estadística y los datos nos dicen lo contrario. Pero aunque se repita siempre habrá algo especial en esta primera vez, en que todo fue nuevo, todo fue sorpresa, donde no sabíamos que teníamos que hacer y sin embargo hicimos lo que mejor sabíamos: vivirlo.
Madrid, del 7 al 10 de Enero de 2021.
Datos técnicos: Todas las fotos han sido realizadas con una Nikon D810 y los objetivos 24-70mm f 2.8 y 70-200mm f 2.8. Algunas de las tomas requirieron de trípode (en mi caso un Gitzo GT-2531 con rótula Manfrotto R96RC2) y de filtros LEE (Neutro de 3 pasos, de 10 pasos y degradado de 3 pasos).
Otro reportajes: Javier Martinez Morán también se pasó estos días pateando Madrid y se ha marcado un artículo espectacular! No os lo perdáis.
Vivir el «rabioso» presente inmediato, puede parecer irresponsable, pero es humano y como en esta ocasión necesario; castigados como estamos por esta brutal bestia que es la pandemia, olvidarnos por breves horas, que a otros les parecerán eternas, de lo responsable y obligado, no es más que respirar aire limpio ….. nuestra imaginación triunfa….. y nos da nuevas fuerzas para cuando despertamos a la realidad….
Gracias por compartir este maravilloso relato e imágenes, siéntete afortunado por haberlo vivido
Muchas gracias, Celia. Si, me siento tremendamente afortunado de haber podido vivirlo.
Totalmente de acuerdo, Cristobal. Creo que esa algo que compartimos todos los que vivimos la nevada ese día, la sensación de paréntesis ante lo acontecido en los últimos meses.
Excelente trabajo !
Felicitaciones
Maravilloso
Muchísimas gracias, María!
Que post más bonito, unas fotos increíbles. Gracias
muchas gracias por este reportaje y este explendoroso recorrido que para muchos que no lo podemos realizar, es un delicioso regalo.
Mil gracias, me alegro que os haya podido trasladar a esas calles nevadas aunque sea por un ratito.
¡Qué ganas de estar allá! . No he podido llegar este año a Madrid y lo extraño como nunca. Podría parecer frívolo, por que es verdad que trae consecuencias. Pero sin duda trajo un poco de alegría después del año que se vivió. Hermoso post, gracias por compartir
Totalmente de acuerdo. Las consecuencias están siendo complicadas, pero mientras lo vivimos fue una alegría.
Gracias por compartir este relato y estas imágenes, para los que hemos nacido en Madrid, pero no vivimos ahí, es todo un regalo. GRACIASSSS!!!!!!
El placer es mío, Beatriz.
Muchas gracias!!!
Excelente reportaje. Muchas gracias.
No había tenido la oportunidad de ver Madrid en manto blanco precioso gracias por compartir tan hermosas fotos que Dios los bendiga
Muchas gracias por tu comentario Gladys! Me alegro mucho de haberte podido acercar esta experiencia!
Precioso relato sobre lo vivido estos días con la «Filo» y maravillosas fotos que plasman los bonitos paisajes que dejó la nieve en la ciudad de Madrid. Qué pena que después, Filomena se ensañase con la superbajada de la temperatura y nos haya dejado tantas desgracias en todos los sentidos en toda la comunidad de Madrid y en otras autonomías que tiene han sufrido los rugidos de la Filo. Felicidades por tu artículo, Ignacio, y por tu sensibilidad.
Mil gracias Rita. Es cierto que han llegado luego momentos de caos y destrozos brutales… una pena, espero que aprendamos y estemos mejor preparados para otros temporales en el futuro.
Espectacular reportaje! Espectaculares fotos!!
Impresionante espectáculo felicidades.paquita
Un maravilloso documental del temporal Filomena 2021. Gracias!
Muchas gracias a tí, Ana, por pasarte por aquí. 🙂
Mil gracias, Paquita!
¡¡¡¡Fantásticas fotos!!!! Gracias por compartir.
Gracias por tu delicioso «Cuento de Invierno» madrileño y por las hermosas imágenes de nuestro sorprendente Madrid
Muchas gracias, Isabel. Me alegro mucho que te haya gustado!
Muchas gracias!!!
Me han encantado las fotos, maravilloso reportaje, así como la redacción, esto ha sido como un regalo en esta más que agotadora pandemia, por unas largas horas, nuestros ojos y nuestra mente han podido contemplar y disfrutar de un insólito y bellísimo escenario!…Graciassss!
Muy. Bello su comentario y fotografia excelente se le agradece su labor. Felicitaciones Muchas Gracias…
Muchas gracias Jose Armando, se agradece mucho su comentario.
Ignacio. Nunca he hecho una participación de estas en un medio público y mi mensaje salió incompleto y no me siento satisfecha
Maravilloso recorrido por el Madrid de mis amores, envuelto en una capa blanca como un halo de misterio y ensoñación.
La poética y real descripción del recorrido del narrador por estas calles del Madrid doblemente mágico, acompaña y envuelve las imágenes como una caricia.
Gracias por estos bellos regalos.
Concha, muchísimas gracias por tus palabras tan bonitas. Me alegra mucho que te haya gustado.
Fue todo un regalo para levantarnos un poco el ánimo! Eso es cierto. Gracias a ti por pasarte por aquí!
Espectacular
Espectaculares las fotos y el reportaje cargado de poesía que alienta el alma y nos hace recorrer cada espacio, y cada momento. Muchas gracias. Ximena Izquierdo .
Muchas gracias por tus palabras, Ximena. Me alegro muchísimo que te haya gustado.
Madrid vestida de blanco . Que crónica tan bien escrita u bellas fotografías. Un gran respiro e inolvidables días para los madrileños
Si. Un gran respiro. Esa es también una descripción muy fiel.
Maravilloso relato acompañado por fotos soñadas! No conozco Madrid, pero sin dudas debe ser de lo más encantadora en su estado normal y más aún toda vestida de blanco… sin dudas estos tiempos son para aprender a rescatar que de todo lo difícil que existe siempre es bueno agradecer y rescatar La magia de lo bueno
Siempre es de agradecer el apreciar lo bueno aunque sea en meses tan raros y complicados como los que estamos viviendo. Gracias, Verónica.
Gracias!!
Sencillamente, fantástico trabajo; gracias por tu esfuerzo. Juan Caballero.
Gracias por este reportaje tan maravilloso que Dios te bendiga.
Mil gracias por su comentario, Ludgerico.
Muchísimas gracias, Juan. Me alegro mucho que le haya gustado!
Impresionante trabajo. Enhorabuena porque, además, debió pasar mucho frío.
Hemos publicado en nuestra página de Madrid en FB.
https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=10164809761180360&id=91503230359
Un saludo y gracias.
Muchas gracias Rafael!!!
Impresionante, me faltan más palabras.
Muchas gracias, María. Fue un momento muy especial.
Felicidades por tu trabajo Ignacio, por recoger la historia del modo que lo has hecho
Muchísimas gracias, Oscar.
Extraordinario trabajo desde Barcelona te felicitamos por éste magnífico reportaje. No lo olvidaremos.
Con lo de la Emperatriz Infantil me has dejado el corazón como al mismo Atreyu viéndoselas con Filomena.
De las fotos ni te comento, jaja.
Gracias por este regalazo de post para calentar estos días gélidos. ¡Abrazo fuerte!
No había lugar mejor para ponerle el trono en Madrid que en el Palacio de Cristal. Eso seguro!
Muy bonito todo
Muchísimas gracias!
Ignacio , una descripción literaria y gráfica deliciosa, un recuerdo imborrable para unas fechas desgraciadas al mismo tiempo que un regalo retrasado de los Reyes Magos es tu trabajo. Gracias
¡Fantástico trabajo, Ignacio! Qué trabajo tan maravilloso has hecho y en qué condiciones tan complicadas. Desde hoy ya tienes un seguidor más.
Un saludo
Muchas gracias, Javier. Bienvenido!
Muchísimas gracias por compartir tu experiencia que fué la de muchísimos más. Por dejarnos ver a través de tu cámara, el Madrid querido que no pudimos ver en vivo, salvo nuestra parcelita del barrio.
Gracias por el AMOR puesto en cada palabra… de Madrid al cielo y del cielo, para Madrid, éste regalo.
Fue bonito disfrutarlo en el centro, pero fue bonito verlo disfrutar en cada barrio a través de la redes. Fue un día de felicidad general.
Gracias por tus magnificas fotos, son preciosas y todo un regalo para los que hemos vivido esta Filomena en Madrid.
Gracias Pablo, fue un momento histórico y probablemente irrepetible. Muchas gracias.
Ignacio, aprecio mucho la fotografía y algo entiendo, solo como aficionado (aunque fue mi vocación frustrada). Con estas bases te digo que gracias y enhorabuena por tu reportaje de Madrid navado.
Te recomiendo, si te interesara, mandases este mismo reportaje, u otra parte de tu obra que tú consideres, al diario EL PAÍS; yo creo que sabrán apreciarlo, y quién sabe si en el futuro os interesáis ambas partes.
Gracias, ánimo y te deseo lo mejor.
((Soy hermano de Cointa Payo de Anta, quien acaba de enviarme tus trabajo, y que creo que conoce a tu familia y no sí si a tí))))
Hola Miguel, gracias por tu recomendación! Ahora mismo no caigo en quién es Cointa!! Le pregunto a mi padre! Un abrazo!!
Bravo,Dios lo Bendiga por compartir tan explendoroaamente su vivencia
Gracias por pasarte a leerlo y ver las fotos, Beatriz.
Enhorabuena Ignacio, maravilloso trabajo de fotografia y relato, te envidio sanamente, pero te envidio!!
Gracias por compartirlo, soy aficionada a la fotografia y entiendo tu entrega y trabajo.
Y como bien dices habia q disfrutarlo.
Muchas gracias por tus palabras Sagrario!! me alegro muchísimo que te haya gustado… espero que lo pudieras disfrutar tu también!
Enhorabuena. Muchas gracias. ¿te importa publicar quien es el AUTOR?
Magnífico,extraordinario resportage fotográfico.
Gracias!!!
Muchísimas gracias, Dori!
Tanto las fotos como el texto son todas mías: Ignacio Izquierdo.
Ignacio !!! Desde Mexico , una fuerte felicitación por tan poética exposición de un acontecer especial … Madrileño !!! Y adornado de espectaculares fotografías … Bravo ! Digno de ser un documento histórico !!!
Gracias por compartirlo al mundo !
Felicidades, es increíble tu narrativa, me parece perfecta, recoge de forma hermosamente poética lo que muchos vivimos en Madrid con Filomena estos días, describes exactamente todos esos sentimientos que se adueñaron de nuestras vidas por unas horas y esa irrepetible experiencia mágica que fue imposible no vivir, y las fotografías realmente son preciosas y cuentan por si solas el paso de Filomena por Madrid… He quedado encantada con el relato, nuevamente felicidades.
Mil gracias, Susana! Me alegra ver que lo sentiste y viviste como yo!!
Encantado de disfrutar tu gran trabajo. Además de tener arte y sensibilidad para captar esas bellas estampas, las ofreces rápida y generosamente para el disfrute de todos. Gracias por tu preciosa y completa crónica.
Un placer, Miguel. Gracias por tus palabras.
Un saludo a todos, y especialmente a Ignacio Izquierdo. Muchísimas gracias por compartir esta experiencia maravillosa. Yo soy alicantino, de la cálida Alicante, y aunque viajo a menudo a Madrid, ver esas estampas es todo un sueño de escenarios imposibles de recrear. Lo has vivido en primera persona, y quiero mostrar mi agradecimiento por compartir algo tan especial como ha sido este temporal en una ciudad «difícil de congelar» como bien dices al principio del reportaje. Abrazos!
Muchas gracias, Pepe. Quien nos iba a decir que íbamos a ver algo así en Madrid. Ha sido un momento quizás único y había que vivirlo. Un abrazo!!!
La ternura con que escribes solo es comparable a la que transmiten tus imágenes. No es ñoña mes fuerte y a la vez entrañable… Me ha llegado al corazon
Mil gracias Mayte. De corazón. Me hace mucha ilusión que os toméis el tiempo de leer lo que escribo… y si encima os gusta mucho mejor. Un saludo!
Precioso reportaje, Ignacio, todas las fotos son para enmarcar (aunque mi favorita es la de la estatua del Oso y el Madroño con la Real Casa de Correos de fondo). Qué maravilla.
Un saludo,
Joaquín
Muchísimas gracias, Joaquín!
Es un precioso reportaje que lleva implícito un gran trabajo y tremendo sacrificio para poder dejar plasmado los principales y conocidos sitios del Madrid nuestro. Quedará como un testimonio precioso que ayudará a revivir este momento a nuestros nietos. Gracias por compartirlo.
Que bien sabes trasladar la magia de esos momentos.!!!
Gracias por compartir tu excelente trabajo.
Desde México. He disfrutado mucho la crónica de un Madrid que no deja de sorprendernos. El relato le da vida a tus hermosas postales. En medio de tantas desgracias, esto nos ha alegrado el alma. ¡Gracias por compartirlo!
Llevo apenas año y medio en Madrid, y lo que sentí este finde semana pasado, es lo que tú describes; no son sólo las fotos, que son increíbles, es el texto que las acompaña. No suelo comentar nada en Internet, sólo cuando algo me toca especialmente. Soy una amante de la montaña, pero también de las grandes ciudades, y esta vez se han juntado ambas!!!
Muchas gracias por compartirlo.
Gracias.
Gracias por no haberte quedado en casa.
Gracias por cada una de las fotos, por retratar tan bien un acontecimiento histórico.
Gracias por la narración.
Gracias de un aficionado a la fotografía y a la meteorología que habría hecho lo mismo que tú: salir a disfrutar.
Estas fotos son eternas.
Gracias.
Muchas gracias por compartir las fotos. Yo tambien pude disfrutrar el sábado del manto blanco. Fue algo inolvidable, maravilloso y mágico para todos los que vivimos en esta gran ciudad y ya hemos nacido aqui pues único.
Me quito mi sombrero cubierto de nieve ante ti, Ignacio. Eres una referencia. ¡Un abrazo=
Como siempre, las fotografías una pasada y como siempre, tus textos son arte.
Muchas gracias Ignacio por permitirnos compartir.
Muchas gracias por compartir tus magnificas fotos de la nevada en Madrid.
Saludos
Sergi
Una fotos espectaculares que sin duda pasarán a formar parte de la historia gráfica de Madrid. Un gustazo poder plasmar todo este trabajo en un libro. Felicidades y a seguir cumpliendo sueños
Imágenes con una belleza absoluta. Acabo de descubrir tu trabajo y me ha encantado todo lo que he visto.
Felicidades.
Desde 2023 reviviendo esos días mágicos, como bien los has calificado!
Qué pasada de reportaje y qué pena no haber disfrutado más de filomena… Ojalá vuelva!!