Etapa 12: Subida y bajada al Chhukhung Ri (5550 m.) – Dormir en Chhukhung (4730 m.)
Distancia: 5,4 km
Tiempo estimado: 4 horas.
Desnivel Positivo: 768 m.
Desnivel Negativo: 768 m.
(Perfil de la Etapa)
17 de Octubre de 2018
Aunque el despertador estaba puesto a las 2.45 de la madrugada, nunca llegó a sonar. Había pasado la peor noche desde que comencé la ruta y apenas había podido pegar ojo. Desconocía exactamente los motivos aunque tenía varios candidatos: el primero podía ser la altura y que la falta de oxígeno, ya a 4730 metros, me estuviera dificultando el descanso. El segundo eran mis nervios, en estado de alarma desde que el día anterior había considerado una idea cabal el salir a caminar en mitad de la noche por los Himalayas. ¿Estaría tomando un riesgo mucho más allá de lo que consideraba sensato?
Mi plan era caminar en la oscuridad para alcanzar Chukung Ri, un pico de 5550 metros, antes del amanecer y aprovechar a ver el mundo despertar desde las alturas. En teoría era un plan diseñado para regalarme la vista y también para intentar, si el tiempo lo permitía, obtener buenas fotos. Pero tenía varios inconvenientes a los que debía de sobreponerme. Por un lado estaba el frío. Caminar antes del alba es el momento más frío de la jornada, cuando la tierra ha pasado toda la noche enfriándose y aún no ha llegado el sol para volver a recalentarla. También tenía el problema de la ruta y la orientación. Más o menos tenía claro por donde iba, pero la luz del frontal podría no darme las pistas suficientes y acabar yéndome por donde no debiera. Por último tenía que confiar en que mi cuerpo respondiera bien al incremento de altura de 700 metros, algo que esperaba evitar con el entrenamiento y la aclimatación que había hecho en las etapas anteriores. Y si todo esto salía bien, aún tenía que completarlo en menos de tres horas y llegar al pico antes de que empezara a amanecer.
Había un extra con el que no había contado, las verjas del lodge estaban cerradas. Agradecí que no hubiera ni luz ni nadie despierto que tuviera que presenciar mi lamentable agilidad gatuna y comencé a caminar. Llevaba todo lo que podía llevar para protegerme del frío. Mallas térmicas y pantalón largo, doble calcetín grueso en cada pie, dos camisetas térmicas, otra de algodón, un forro polar, plumas y cortavientos, gorro, braga y guantes. Y aún así el frío de la noche cortaba como no podría haberme imaginado. Caminaba bajo las estrellas que tintineaban en el cielo y era una sensación mágica que aguraba además una mañana limpia. Si conseguía salvar todos los obstáculos intrínsecos a la etapa podría ver el deseado amanecer desde la cumbre. El camino comenzaba a ascender rápidamente y mi único rastro era el de una senda creada por las pisadas de quienes antes que yo, a lo largo de los años, habían encontrado el camino hasta la cima. En lo más denso de la oscuridad solo podía confiar en que el frontal, que abarcaba apenas unos metros, no me despistara con alguna bifurcación.
Javi me había explicado la ruta con detenimiento el día anterior y en caso de duda la solución era clara. Subir. Siempre subir. Tenía que hacerlo hasta encontrar algo parecido a un llano (lo más llano que puede haber en una subida) y desde allí entregarme a la parte más dura y empinada de la subida que habría de llevarme hasta un collado. Una vez allí a mano derecha, hasta alcanzar la cumbre de Chukung Ri. Caminaba a pasos cortos y el corazón me latía con una fuerza inusitada, haciendo todo lo que podía por bombear oxígeno a un cuerpo que lo gastaba con una velocidad desdemdida. Tenía que parar cada pocos pasos (no alcanzaban ni a la veintena) para recuperar aliento y darle tregua a los músculos. El esfuerzo era tremendo y las paradas apenas podían ser de unos segundos para evitar que el frío me diera aun más caza.
Las montañas se iban perfilando. Siluetas negras contra un cielo que se iba aclarando levemente. Vamos, señor Frodo. Siga caminando. Nadie dijo que esto fuera a ser un camino de rosas. Efectivamente, no lo era. Me apoyaba en los bastones para descansar, impotente ante la falta de fuerza para poder avanzar. Que agotamiento más extremo. Alcancé el último collado y las cumbres ya empezaban a definirse. El día se iba aclarando. Y yo solo podía hacer de tripas corazón para intentar conseguir llegar a tiempo a la cima. Ya la podía ver, a lo lejos, haciéndose real tras la cortina de la noche. Iba justo pero podría lograrlo.
(Picos hacia el Oeste y paso de Kongmala que haríamos al día siguiente)
(Ruta aproximada de por donde había ido subiendo desde Chukung -detrás de la colina).
Sin embargo no contaba con el que el último tramo, los últimos doscientos metros, iban a ser tan puñeteros. El terreno cambiaba de forma y el camino desaparecía. Había que escalar entre lascas de piedra y la ruta había dejado de ser evidente. Iba bordeando la cumbre intentando encontrar una vía de subida y acabé en varias ocasiones en puntos muertos, demasiado cerca de paredes verticales y cortados que me hacían retroceder. Y ahí estaba, perdiendo 15 minutos de oro que me impidieron llegar a la cima antes de que las cumbres empezaran a iluminarse.
(La vista desde Chukung Ri. No hay palabra élfica, ni en lengua ent, ni humana que pueda describir esta brutalidad)
(Haciendo resumen de unos cuantos picos que ya vamos conociendo)
No podía quejarme. Estaba bien, no me habría perdido y había sobrevivido a la noche helada. Era mi victoria, pequeña, pírrica y no todo lo redonda que me hubiera gustado, pero lo había logrado. A partir de ese momento, sin atisbo de gente en los alrededores con los Himalayas para mí, solo para mí, tenía la obligación de disfrutarlo. Pensaba hacerlo, pensaba exprimir cada centímetro del paisaje y memorizarlo.
(Llego el sol a Chukung Ri. ¡Gracias!)
(La cima del Lhotse, embrutecida con los vientos)
Aguanté los últimos minutos antes de que el sol viniera al fin al rescate y calentara este cuerpecito mío. Comí alguna chocolatina y bebí el poco agua que pude. No era por falta de sed, no, sino que acompañándome en esta caminata por la fría intemperie se había congelado. Quizás esto daría una dimensión de lo que había sido esta subida. Subir a Chukung Ri era importante para la ruta en general. Al día siguiente haríamos nuestro primer paso para atravesar desde el valle de Chukung al valle Central y tendríamos que pasar unas cuantas horas por encima de los cinco mil metros. Hacer estas etapas de aclimatación eran esenciales para que no tuvieramos problemas. Sería el primer gran test del trek.
(Estoy solo en una cumbre y tengo un trípode. No hay más preguntas, señoría)
Por otro lado, como excursión, alcanzar Chukung Ri te da una dimensión de escala con la que es muy difícil competir. Chukung Ri te acerca al macizo donde están el Nuptse y el Lhotse y sientes que casi lo puedes tocar, que estás a tiro de piedra de ellos y sin embargo los números dicen algo distinto. Chukung Ri está a 5550 metros de altura y por encima de nosotros, el Nuptse alcanza los 7861 metros y el Lhotse los 8516 metros. Es decir, desde donde me encontraba hasta su cima había casi 3 kilómetros de diferencia solo en vertical. Si cogiéramos el edificio más alto del mundo hasta la fecha, el Burj Khalifa con sus 829 metros de altura, podríamos colocar tres como el en vertical, uno a continuación del otro y aún no alcanzaríamos la cima del Lhotse. Me sentía a hombros de gigantes y apenas les llegaba a los tobillos.
Utilicé gran parte de mi tiempo allí para intentar reconocer las rutas de días anteriores e identificar el paso del día siguiente. Desde allí se podía ver Dingboché y la ruta de subida desde Chukung. Dando las espalda al macizo del Nuptse y el Lhotse estaba el siempre constante Ama Dablam. A su izquierda se cerraba el valle de Chukung, detrás del cual podía verse la preciosa pirámide de 8463 metros del Makalu.
(Makalu)
(El Cho Oyu dice que ya ha tenido bastante por hoy)
A su derecha, ya viejos conocidos. El macizo que nos acompañó desde que lo dejamos atrás en Namche Bazaar, donde se elevaban el Karyolung, el Khatang y el Numbur. Un plano más cerca el Khumbila, montaña que habíamos podido ver muy de cerca al pasar por Kunde y Khumjung. En las suguientes etapas habíamos rodeado el Taboche y sus hermanos el Cholatse y el Arakam Tse hasta poder mirarlos casi a los ojos el día anterior en Nangkar Tshang.
(En serio, es que es brutal.)
Si seguíamos hacia la derecha entrábamos en terreno desconocido. Allí se podía ver el pase del Kongmala, al que nos enfrentaríamos al día siguiente. Se vilsumbraba detrás el Melungtse (mucho más lejos de lo que uno pudiera imaginarse, pues estaba por completo dentro de Tíbet). Le seguía el Lobuché, de nuevo en el valle Central y nos volvíamos a alejar otra vez hasta la frontera con Tíbet en forma de 7.351 metros del Nangpai Gosum y otro ochomil, El Cho Oyu (8201 m.). Completaban el círculo el Chumbu, el Gyachung Kang y el Pumo Ri (otra delicia de pico).
(Empezando a descender Chukung Ri)
(El valle por el que hemos estado caminando desde que salimos de Namche Bazaar, abajo se puede ver el pueblo de Dingboché)
(Si nos alejamos un poco, podemos descubrir que Chukung Ri es realmente insignificante)
Estuve embriagado de alturas otras dos horas hasta que comencé el descenso. La bajada, contra todo pronóstico se me hizo durísima. Quizas por falta de fuerzas y por no haber desayunado en condiciones, pero para cuando llegué de nuevo al lodge solo pude pedir de comer, algo que completé como buenamente pude y me metí en la cama con un dolor de cabeza tremendo y con un cuerpo destemplado de calor que ni el saco ni las mantas podían calmar. Había pasado demasiado tiempo allí arriba. Hubo que empastillarse y confiar en que fuera la solución. Afortunadamente así fue y me pude ir recuperando poco a poco. Estaba fuera de peligro.
(Chukung bajo el Ama Dablam)
(Si hay sol, Jose está contento)
(El lago Imja Tsho, visto desde Chukung Ri)
El resto del equipo que habían usado la jornada para acercarse a conocer el lago Imja Tsho. Un lago que proviene de los glaciares y que a sus 5010 metros de altura es el lago que más crece de todo Nepal. Una víctima más del deshielo y el calentamiento global que ha provocado en alguna ocasión un desbordamiento que ha arrasado e inundado el valle y ha traído consigo cientos de muertes.
(Llegó la niebla, one more time)
Poco a poco comencé a sentirme mejor y acabé tirando fuera en el suelo, bajo el sol. Empecé a recuperar calor, al fin y justo a tiempo antes de que la sempiterna niebla nuestra de cada tarde nos alcanzara y nos recluyera en la sala común a tomar litros de milk tea. No me encontraba yo con demasiadas fuerzas y la niebla no animaba pero decidí arriesgarme y salir a la caza del atardecer con la esperanza de que el destino me deparase la misma suerte del día anterior.
(Vaya espectáculo de atardecer)
Confiaba en que la niebla se dispersara lo suficiente como para volver a disfrutar de los picos enrojecidos del Lhotse y el Nuptse por última vez. Y no solo sucedió sino que trajo consigo uno de los atardeceres más bonitos que recuerdo y probablemente el mejor que pude disfrutar en mis días por Nepal. Con suficientes nubes como para acompañar a los caminos de luz y los picos cambiantes e incandescentes.
Volví de nuevo al lodge congelado (a estas alturas ya habréis notado un patrón en mi rutina que consistía en congelarme y descongelarme) pero tremendamente feliz. Ahora si, tocaba descansar todo lo que se me había negado la noche anterior. Había que coger fuerzas y confiar en que el cuerpo estirado en estos días hasta el límite iba a haber alcanzado el nivel suficiente para atravesar el paso de Kongmala al día siguiente.
Más info: Como organizar el trek al Campamento Base del Everest
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Cada jornada que cuentas va mejorando. Esta me ha encantado. ¡Qué envidia!
Si alguna vez necesitas compañía para uno de estos viajes, me apunto sin pensarlo
Es que la zona es muy espectacular!!! Me alegro mucho que te esté gustando el viaje!! 🙂
Que emocionante.