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Refugio de la Terenosa – Casetón de Ándara
Distancia: 13,1 km.
Desnivel Positivo: 837 m.
Desnivel Negativo: 447 m.
Duración: 6 horas.
13 de Julio de 2019
El refugio de la Terenosa se levantaba antes de que hubiera aparecido el sol. Un grupo de montañeros que habían parado a hacer noche querían hacer cumbre en Torre Cerredo y descender en el mismo día y habían pedido desayunar lo antes posible. El resto de excursionistas del pequeño refugio de La Terenosa, otro señor y yo, habíamos aceptado unirnos a el desayuno a primera hora para hacer más sencilla la gestión de desayunos en la cocina del refugio.
Así que comencé a caminar con las primeras luces del sol. Tampoco había madrugado esa mañana para ver el amanecer en un intento de seguir descansando y recuperar la rodilla lo máximo posible. El resto del cuerpo se había recuperado sorprendentemente bien después de la etapa algo más calmada del día anterior y esperaba terminar de mejorar en la etapa de hoy. Jornada que al menos discurría por buenos senderos y caminos alejados de las rocas. El plan era terminar de atravesar el Macizo de los Urrieles hacia el este y una vez allí, en Sotres comenzar la subida al Macizo Oriental o de Ándara, el último que me faltaba por pisar.
(El parking desde el collado de Pandébano, al fondo se intuye Sotres)
La mañana era fresca, soleada y agradable de caminar, con una primera parte de bajada una vez se atravesaba el collado de Pandébano, cruzando un sencillo parking (el más cercano para todo aquel que quiera acercarse al Picu Urriellu) antes de lazarse al vacío en una carretera zigzageante que descendía a toda velocidad hasta llegar a los Invernales del Cabao, una serie de refugios construidos por pastores para protegerse del frío y guardar en ganado en las épocas invernales. Me puedo imaginar que quien haga el recorrido en sentido contrario no olvidará con fácilidad esa subida. Supongo que por eso muchos optan por acercarse con el coche hasta el parking aunque sea desde Sotres.
(Las puertas del campo)
(La bajada hasta los Invernales de Cabao)
Todo lo que bajé hasta encontrarme con el río Duje me tocaba ahora subirlo de nuevo hasta Sotres. La subida castigaba algo menos pero no por ello era menos desdeñable. Culminé la subida a buen ritmo a pesar de todo y llegué al pueblo. A la civilización. Era el primer pueblo que pisaba desde que salí de Posada de Valdeón y se me hacía extraño cambiar roca salvaje por la domada de las calles. Era, eso sí, la oportunidad perfecta para el lujo: sentarme tranquilamente al sol, hacer la parada correspondiente y aprovechar para un segundo desayuno con un café caliente.
(Los Invernales de Cabao)
(Sotres al final de la cuesta)
Sotres es un pequeño pueblo que presume de ser, a sus 1050 metros, el más alto de Asturias. Ronda el centenar de habitantes y en verano tiene en el turismo una gran fuente de ingresos, especialmente en hostelería y productos gastronómicos (queso de cabrales y de gamonedo o embutidos, entre otros). Lamentablemente me quedé con las ganas. No estaba la mochila, ni mi cuerpo serrano, para añadir más peso. Debía conformarme con el café. Me parecía justo.
(Sotres, que no tenía muy claro si salir de la niebla o no)
(Sotres)
Se acabaron los descansos. A partir de aquí el camino comenzaba a elevarse sin piedad, primero por una carretera asfaltada y luego por un bosque donde se perdía y desaparecía intermintentemente. Era una subida cansada (o quizás empezaban a pesarme los kilómetros y los días en los pies) y Sotres cada vez se veía más abajo, más al fondo del valle. Alcanzaba así el Collado de Fuente Soles y me despedía de las vistas del Macizo Central. Entrada ya definitivamente en el Macizo de Ándara.
(La subida hacia el Collado de Fuente Soles. Nótese al fondo el collado de Pandébano)
(Despidiéndome de Sotres, alcanzando el Collado de Fuente Soles)
Era una sensación extraña, porque desde ahí, desde ese collado, ese principio del Macizo de Ándara no impresionaba tanto por sus dimensiones como por la sensación de lugar remoto, abandonado y olvidado. Había atravesado un collado pero había cruzado el mundo. Contribuían a esta sensación ignota la montaña silenciosa y las carreteras talladas en la piedra por donde no transitaba nadie.
(Peña Mancondiu al fondo, a sus pies aún no se podía ver, pero ahí anda el Casetón de Ándara)
(La senda ya caminada desde el Collado de Fuente Soles, al fondo).
Pero no siempre fue así. Ahora si, estaba abandonado y reconquistado por la montañ pero en esa parte del Macizo de Ándara había prosperado durante algo más un siglo el negocio de la minería. De ahí quedaban los caminos utilizados para transportar y bajar el pesado material en carros de animales, de ahí quedan restos de ríeles y vagonetas, vestigios de una época pasada. También quedaban algunos casetones, construidos como edificios auxiliares para ayudar a la explotación. Entre ellos y bajo la Pica de Mancondiu, el Casetón de Ándara, recuperado ahora como refugio de montaña.
(El casetón de Ándara)
Allí llegué, como un Clint Easwood extraviado. En el casetón solo estaba Pedro, su cuidador, que fue todo el alma viva con quien compartí ese día, reforzando la sensación de haber llegado al final de ninguna parte. El casetón era también bastante humilde como refugio, manteniendo unas letrinas separadas a un centenar de metros. Mi ducha se limitó de nuevo a una bolsa de plástico negra que calentó el agua de su interior con el sol antes de colgarla en una cornisa del refugio y tener un encuentro frugal con la higiene.
Completó la sensación de abandono la falta de cobertura. Allí con las chicharras sonando fuera degusté ración de queso de Cabrales con Pedro y me aislé en la lectura mientras fuera los caminos y las piedras eran castigadas por justicia con el sol. Si tenía un poco de suerte, el sol se pondría justo en el horizonte y podría verlo desde el propio refugio. Si tenía aún más suerte, se formaría un mar de nubes justo por debajo de donde estábamos que haría de cama para el atardecer.
Me pasé en la intensidad de los deseos y las nubes llegaron, si, pero en un ejercicio de inversión térmica se pasaron y nos inundaron, anegados de una niebla densa y profunda.
No habría atardecer para los hombres del far west de Ándara.
Más info: Consejos para organizar el trek del Anillo Integral de Picos de Europa | Refugio la Terenosa | Casetón de Ándara
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Un comentario en “Anillo Integral de Picos de Europa – Etapa 6: Refugio la Terenosa – Casetón de Ándara”