Llegamos, aunque fuera tan solo por un día, a las costas del Pacífico. A pesar de que el carácter canalla de las colinas de Valparaíso, llenas de recovecos, colores y arte multicolor, le dan a la ciudad el misterio de querer recorrerla durante días, al final acabamos en la adyacente Viña del Mar a disfrutar del atardecer. Separadas la una de la otra por un reloj de flores, sorprende que tengan tan poco que ver una con la otra. Polos opuestos, el desorden y el descontrol por las lineas rectas y las calles asépticas, puerto industrial o playa. Interesante contraste. Sea como fuere, allí acabamos a orillas de este océano al que no dejo de volver siempre que puedo y donde siempre intento sacar un hueco para quedarme a admirar el atardecer. Aquí, una vez más, mereció la pena. Aunque eso ya lo sabía.
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Me encantan las fotografías y las distintas velocidades de obturación de las capturas. He llegado aquí por mi otro Pau @elPachinko 🙂
Pues bienvenido seas Pau!! 😀