Los músculos estaban anquilosados y rechinaban los huesos cuando empecé a descender del Refugio de Goriz. La subida a Monte Perdido se había cobrado su recompensa en forma de agujetas y dolores musculares generalizados. No me parecía un precio demasiado caro por haber sido capaz de tocar la cima de Ordesa, pero ahora con los gemelos gimiendo a cada paso se me iba a hacer un descenso muy duro.
Al menos sería cuesta abajo. Hay que ver, para lo que habíamos quedado. Cuando se pasa la épica lo que quedan son achaques. Al menos el paisaje ayudaba y la inmesidad de Ordesa, un día antes reducida en escala desde los 3355 metros de Monte Perdido, volvía a adquirir su tamaño original y yo volvía a sentirme diminuto entre sus paredes.
Recorría ahora la ruta más común, la que acompaña el curso del río desde el parking hasta la archiconocida cola de Caballo (una visión que bien merece la pena las cuatro horas de caminata, por otro lado), solo que ahora la hacía en sentido inverso. Habiendo llegado hasta allí dos días antes por la elevada Senda de los Cazadores iba a ser la primera vez que la recorriera.
Las pozas y las luces de la mañana se habían esmerado en hacer lucir a la zona bien bonita y posaba estupendamente, con todo su arte para las fotos. El circo de Ordesa quedaba atrás y volvían a aparecer los árboles, volvían los tapices de colores otoñales, tejidos por las últimas hojas que se resistían a caer. Los dolores se pasaron pronto. Era una ruta maravillosa.
Quizás uno de los puntos más bonitos de todo Ordesa esté ahí, entre los recodos de esas pisadas. Las espectaculares cascadas formadas en las Gradas de Soaso. No pude resistirme a sacar el trípode y fotografiar todas y cada una de ellas. La vuelta se iba a retrasar un poco. Bastante.
Como escaleras a lo largo del río estos saltos, ocupan una zona bastante amplia y afortunadamente el camino los bordea, así que no hay que andar saliéndose del camino cual cabra montesa para conseguir acercarse a ellas. El único problema parece estar en esquivar en las fotos al resto de fotógrafos que intentan sacarlas tan bonitas como se merecen. Somos una plaga. Majos, si, pero una plaga.
Y por supuesto hablando del Otoño tenemos que hacerlo de los hayedos, que siguen siendo mis bosques favoritos para fotografiar, especialmente en días soleados. Desafortunadamente en Ordesa, se encuentran tan metidos en el Cañón que por muy soleado que sea el día, es dificil que lleguen los rayos del Sol. Así que salvo en algunos sitios se encontraban en sombra, convirtiendo a estos oasis de luz en un templo de naranjas y ocres. Maravilloso.
Fueron las últimas fotos de cuatro días fantásticos. Ordesa había cumplido con creces mis expectativas Otoñales y montañesas. Reencontrarse con la montaña siempre es un lujo y más para los que vivimos entre hormigón. Habrá que volver.
Galería: Todas las fotos del Descenso desde Goriz | Todas las fotos de Ordesa
Ordesa (I): Faja Racón
Ordesa (II): Senda de Cazadores y Faja Pelay
Ordesa (III): Subida a Monte Perdido
Preciosas fotografías!! Los hayedos geniales, puro otoño…
Qué excursiones más «majas» te metes. Precioso. Me das muchas ganas de ir.