(Retomo aquí, en este blog ya anacrónico, mi último trekk por los Dolomitas allá por Agosto de 2013)
No estaba siendo una ruta fácil. El camino aunque marcado por las evidentes barras pararelas, una blanca y una roja, hacía lo posible por atravesar de la mejor manera posible la zona dura, arisca, descomunal y agreste, pero aún así no estaba siendo nada fácil. Nuestra metamorfosis a cabra montesa estaba casi completa. Así que cuando tras todo el día gollumeando de roca en roca, llegamos al refugio de Al Vello della Madonna y nos dijeron que estaba completo y que serían otras tres o cuatro horas hasta el próximo, solo pudimos hacer una cosa. Pedirnos una cerveza, disfrutar de la vistas, obviar el dolor de las piernas y esperar a que las cosas se solucionaran por si solas.
El macizo de la Pala di San Martino, parte del Grupo Pala de los Dolomitas, era otro mundo. Árido, como una superficie lunar, no se parecía en nada a la otra ruta del día anterior, por el Vall di Fassa, subiendo por el Valle del Catinaccio. En la Pala, no nos habría sorprendido encontrarnos a astronautas saltando de piedra en piedra, con baja gravedad.
Lamentablemente la gravedad existía y al cansancio acumulado del día anterior había que añadirle el paso lento con bastones, en el que cada paso apoyaba de manera distinta. Las vistas eso si, merecían la pena. Un precioso día de verano, bordeando los 2982 metros de la propia Pala di San Martino (que da nombre a todo el macizo) acompañada por la Cima Immink de 2855 metros. La nieve se mantenía en zonas, ajena al Agosto y el sol inmisericorde golpeaba sin piedad, a sabiendas de que no habría ni una sombra donde resguardarse.
Saverio y Marta nos dejaron en el paso di Ball, se daban media vuelta y cogían el teleférico, sus días de vacaciones acababan, a Serena y a mi nos esperaba una bonita bajada rompepiernas hasta el Refugio Al vello della Madonna. Cuando apareció a lo lejos, diminuto, situado en ese lugar perdido, alejado de todo, aún nos quedaba una hora de caminata, pero ya impresionaba. Obtener la escala siempre te da una visión de las proporciones alejada de las mentiras de la vista.
La cerveza sabía a gloria. Secos y agotados, era la recompensa a nuestro esfuerzo, también una manera de refuerzo positivo hacia mis rodillas, que se habían comportado con toda dignidad. Reconozcámoslo, cuando hablamos de montaña, de rutas kilométricas, muchos podréis pensar que lo hacemos por los paisajes, por las vistas desde las cimas… pero no, la clave está en que no placer mayor que el comerse un bocata y tomarse una cerveza bien fría cuando has terminado. Un broche de oro al trabajo bien hecho. Romanticismos los justos.
Solo que aún no habíamos terminado. Bueno, definamos terminado. En lo que se refiere a fuerzas físicas ya estábamos acabados, liquidados, el fin del músculo conocido. Plantearse las siguientes horas de ruta hasta el siguiente refugio no entraban en nuestros planes. Optamos por la fé. Pedir otra cerveza y esperar a que alguna de las reservas no se cubriera, que alguno de los intrépidos montañeros más previsores hubiera optado por otra ruta o simplemente se hubiera dado de baja.
Esta apuesta al todo o nada, tenía todas las papeletas de ser un tiro en el pie, la tarde acechaba, se iban acabando las horas del sol y los montañeros con reserva, tal y como auguraban todas las apuestas iban llegando uno tras otro. No había mucha esperanza.
– Si queréis podéis dormir en el salón – nos dijo la dueña del Refugio apuntando a una esquina. Serena y yo nos miramos, el suelo parecía lo suficientemente limpio e ignoraríamos los suficientemente duro como para poder reposar los huesos una noche. Aceptamos sin dudar. No sería el sueño reconfortante y reconstituyente que necesitábamos pero era mejor que seguir haciendo el rebeco unas horas más. Además el precio era bastante más reducido que una cama y también tendríamos derecho a cena. ¿Donde había que firmar?
La noche llegaba, cubriendo con un manto de estrella primero y con uno de nubes después el cielo bajo la Pala. Pero la fortuna nos sonreía, cuando íbamos a acomodarnos en nuestro rincón de mendibundos, la gente del Refugio hacían creado una estructura de sillas y aprovechado alguno de los colchones de repuesto para hacernos una preciosa cama. Gloria para mis ojos y alivio para mis huesos. No se podía ser más majo.
Es algo normal en los refugios de Montaña el no dejar a nadie fuera. Imagínate la situación. Llegas tarde, te has perdido, está lloviendo, te sientes miserable y cansado y recibes un �lo siento está completo, siga andando de noche, con nieve y frío hasta el siguiente�. Rompería todo el sentido de los refugios de montaña. De hecho ya en la ruta por la japonesa Tanzawa nos toco apretujarnos con japoneses en las camas del refugio para pasar la noche. Pero aquí, en los Dolomitas, no sabía como funcionaba el sistema y si lo permitirían.
De hecho en todas partes, todo cartel, toda señal, siempre avisaban de llamar a los refugios y reservar antes. Claro que al más puro estilo italo-hispano lo habíamos ignorado y al más puro estilo italo-hispánico también, tampoco había pasado nada. Las normas no escritas internacionales de montaña se respetaban en ese remoto macizo también. Además, ajenos a las habitaciones, evitabamos a los ronkingkones, aunque a cambio nos despertábamos a primera hora, con los caminantes más madrugadores que reclamaban su desayuno cuando aún no había salido el sol. No se puede tener todo.
Completamos el arduo y trabajoso descenso al día siguiente, un zig zag imposible de esos que bajan las más escarpadas de las montañas, en un valle que empezaba a bañarse con la luz del sol, convirtiéndose en todo lo que podía dar de si un paisaje alpino. Precioso.
Con esto me despedía de los Dolomitas. Con muchas ganas de volver, de seguir perdiéndome por alguno de sus macizos, pues si solo había pisado dos de ellos y con tan solo una ruta en cada uno, quedaba mucho por descubrir. A los amantes del trekking y la media montaña, estos son vuestros montes. Ya lo decía con anterioridad, no son los más altos, pero si de los más bonitos. Nos vemos pronto, Italia.
Para Serena, en sus propias palabras una «profesionista» del sofá, que se dejó arrastrar a la montaña y cumplió con creces.
Cómo mola Scott. Qué paisajes, qué bonitas las fotos. Un flipe tio 🙂
Un lugar mágico los Dolomitas. Grandes fotos Ignacio. Abrazo
Questa è la mia Valle, ditemelo che è stupenda!!!
Il gruppo delle Pale ed il suo altipiano…già amato da Buzzati che l’ha definito i mont pallidi è l pù esteso delle Dolomiti….Bravo Ignacio, hai fatto un servizio fotografico fantastico !
Complimenti anche per la scelta dell’itinerario….
asta la vista !
Increibles fotos y paisajes, guauuu cuanta naturaleza junta, gracias por compartirlo 🙂
Como hecho de menos mis queridas Dolomitas!!! aix!!!