El camino agrietado, casi perpendicular, que llevaba el nombre de Senda de los Cazadores, no era el mejor recorrido para hacerlo cargado de equipo así que entre resoplidos y bufidos subía paso a paso por esa franja imaginaria que surcaba las rocas, entre musgo y hojas, cogiendo aire entre foto y foto. Gracias al Otoño tenía las excusas suficientes para hacer infinitas paradas. Mantenía la falsa dignidad.
Las voces en mi interior aseguraban que merecerá la pena, así que haciéndole caso, seguía saltando de roca en roca, imposible de imaginar como era capaz de seguir subiendo cuando no había más que roca pelada y lisa. Pero siempre encontraba una manera, se retorcía entre curvas de nivel, raíces y arboledas para seguir escalando hacia arriba.
Desde luego, desde abajo era imposible verlo. Cuando uno entraba en Ordesa, lo único que se ve es un valle metido entre dos paredes. Tanto que la única ruta que yo pensaba que se podría hacer por allí era la que seguía el río por abajo. Pero esa gigantesca U se perdía hacia el infinito y había otros pies que antaño habían conseguido caminar por mitad de las laderas.
Esa limpieza en la formas se debe al minucioso trabajo del hielo durante siglos. El mismo que cubría esos valles y que moviéndose poco a poco, arrastraba y erosionaba todo a su paso, horadando, tallando sin prisa pero sin pausa, dejando tras de si la perfección de una única curva. A la naturaleza, Ordesa le quedó muy bien.
La magnificencia podía admirarse desde los 2000 metros del mirador de Calcilarruego. Una vista que calmaba al fin, las maltrechas piernas, anestesiadas con picos, paredes y la infinidad de los ocres, naranjas y amarillos que adornaban la estación. Solo por subir al mirador, merecería la pena cualquier dolor, cualquier agujeta. Estaba sin palabras.
Empezaba la parte más cómoda de la ruta, ya que una vez alcanzada la cota, solo quedaba llanear por la Faja Pelay y flipar con las vistas. Un balcón sobre la descomunal Ordesa que me iba a llevar otras tres horas recorrer. ¿Quién querría ir con prisa?
Entre entrantes y salientes, acabé por dejar el bosque a mis pies, salvo algún que otro árbol errante, moteando el camino al que ya se le veía fin. Al fondo se cerraba el valle, con el impresionante circo de Soaso, el mismo que tiene escondido entre sus pliegues la preciosa cola de caballo, la cascada más famosa de Ordesa.
Pero desde la terraza de la Faja Pelay, lo que se alcanzaba a vislumbrar era la inmensidad del Circo, coronado por tres picos. El cilindro de Marbore, el mítico Monte Perdido y el Pico de Añisclo. Me sentí muy muy pequeño desde mi vista privilegiada. Abajo del todo, el río transcurría diminuto para mi, entre saltos y cascadas.
Descendía hasta llegar al final del valle, pero no al final de la ruta. De nuevo me resultaba complicado saber por donde seguiría, pero siguiendo las marcas poco a poco, volvía a ascender por zonas imposibles. Había la posibilidad para los más valientes de subir por clavijas… pero sinceramente (y que quede entre nosotros) la única vez que había hecho escalada en mi vida acabé con ese tembleque incontrolado en piernas y brazos.
No voy a mentir, ya iba agotado. Cargar con trípode, cámara, lentes y comida para otro par de días me tenía arrasado. El día había acompañado, pero la subida hasta el refugio de Goriz iba a ser molesta. El viento gélido atizaba de cara y alguna que otra nube perdida bajaba de las montañas arrastrando agua nieve y pequeño granizo que se colaba por todas partes y golpeaba sin pudor alguno. Justo lo que necesitaba. Aunque me bastaba con llegar antes de que anocheciera al refugio… pero ¿Donde diablos estaba?
El sol se ponía por detrás de Punta Tabacor, regalando un precioso atardecer y con la última fuerza que que me quedaba y al borde de la pájara llegue al refugio de Goriz. Reventado pero satisfecho con la labor cumplida. Ahora bien, había dejado atrás los bosques y me veía junto a las roca. Si había llegado a Ordesa a hacer fotos del Otoño… ¿Ahora que iba a hacer yo?
Todas las fotos de la Ruta: Senda de los Cazadores – Faja Pelay – Refugio Goriz
Este lugar realmente quita el aliento, es majestuoso. Y la calidad e la fotografía es muy buena. Gracias
Este año por fin me quite la espinita clavada y, también en Otoño, pude hacer la famosa ruta del valle hasta la Cola de Caballo.
Tus fotos han recogido perfectamente las sensaciones que tuve al hacer la ruta a primeros de noviembre.
Me queda para otro año hacerlo por arriba, por el camino largo. Espero que sea el año que viene y, por supuesto, en Otoño.
Lo de dormir en el refugio también me lo planteo. Igual repito tu camino entonces.
@Adrián, gracias!! La verdad es que Ordesa es impresionante. A mi me dejó alucinado.
@Dececon, yo hice solo la ruta por el valle hasta la cola de Caballo de vuelta. Si estás bien de forma física te recomiendo la ruta por la Senda de los Cazadores. Veras que vistas!!
Muy útil este post, no conocía nada sobre este lugar y ahora no puedo tener más ganas de ir!!