«Muchos venís aquí por el Otoño, pero si a me dieran a elegir vendría en invierno, porque este hayedo a diferencia del de la Tejera Negra, tiene su mayor encanto en la arquitectura de los árboles» comenzó el guía. Y no el faltaba razón, porque muchos de los centenarios árboles del Hayedo se retorcían en su grosor en infinitas formas, siendo los troncos gran parte de su atractivo.
Sin embargo a mi me seguía venciendo el Otoño, soy una de esas mentes maleables que solo necesita colorines para quedarse embobado, sin saber apreciar quizás como debiera el resto de valores de la ecuación. Lástima que el tiempo esta vez, a sólo unas horas de visitar el Hayedo de la Tejera Negra, había cambiado completamente. Ya no había rayos de sol que atravesaran las hojas, sino leve niebla y gotas de agua. No pensaba quejarme, eso le daba al Hayedo su toque más mágico.
Eso concuerda con lo que cuenta la leyenda, que asegura que el bosque está habitado por duendes y hadas que se entretienen en engatusar a los visitatnes a base de caricias y cantos. Los pobres visitantes, claro, no pueden resistirse a su embrujo y acaban siguiéndoles a sus guaridas donde acaban convertidos en animales del bosque, haciendo del mismo un lugar aún más interesante y encantador para más viajeros que vendrán a visitarlo para que el círculo no se cierre y siempre esté habitado.
No se podía negar su punto tétrico, pero con el tiempo de perros que hacía, los duendes no parecían demasiado interesados en salir a mojarse para embaucarnos, así que por allí solo paseábamos a la vista, el reducido grupo de visita y algún que otro local, lo que viene siendo su imagen normal, porque las visitas son limitadas cada día y dentro de un guiado y por allí sólo pueden circular a su libre albedrío los habitantes de Montejo de la Sierra, que son sus legítimos propietarios.
Que exista a estas latitudes un hayedo no es nada normal, quedando reservado para geografías mucho más al norte, pero allí se aúnan unos cuantos factores que hacen posible su existencia como estar en una cara sombría de una montaña, y tener una orientación capaz de capatar las masas de aire húmedo que chocan contra las zonas montañosas de la Sierra, así que este pequeño bosque de apenas 222 hectáreas puede sobrevivir.
Y si les echa para atrás el hecho de que la única manera sea guíada, no le den mayor importancia, no se puede tener toda la libertad que se quisiera, no dejan usar trípodes, pero es un rinconcito fascinante de agradecido paseo. Palabrita.
Como siempre fotos geniales y gran narracion! Siempre es un placer pasarse por tu blog!
Me encantan los colores, que sitio más bonito.
Paseo chulo, chulo 😀
Es guiada, y es lógico. Ten en cuenta que uno de esos árboles tarda muchísimo tiempo en crecer, y no quiere arriesgarse a que te salgas del camino y pises algún pequeño que esté creciendo… el hecho de que haya un bosque como ese en estas latitudes es casi un milagro! Veo que te mueves mucho por Madrid, por los mismos sitios que yo! jeje Enhorabuena por el post.
Bueno post, estupendas fotos.
¡Qué respeto dan sus majestades los árboles!