Elena, en muchos aspectos me ha visto crecer. Desde que se encargó de mi y otros cuando bárbaros mientras llevaba mochila de hierros (el horror) y un machete colgado del cinturón (si, lo juro. Ir con machete era lo más) por los campamentos, hasta que años más tarde, aún cuidando de nosotros (pero ya con más pelos en el pecho) y enseñándonos mucho de lo que sabía le pusimos el sobrenombre de Maestra Yoda. Claro, que además, tuvimos que explicarle quien era el personaje. Me consta que ahora lo lleva con honra. 🙂

Las fotos, de la propia Yoda.

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Ganas

Ganas de quedarme aquí para siempre. Eso es lo que pienso mientras miro el mar, verde e infinito, desde mi sombrilla.

Siempre he creído que la vida, la verdadera vida, es la que hacemos cuando simplificamos al máximo, la que vivíamos cuando íbamos de campamento, comer, dormir, reír, llorar, cantar, jugar, bailar, amar�la que hacemos cuando vivimos el verano. Una vida sencilla, sin complicaciones�

Y es que la vida es más sencilla de lo que parece si olvidamos nuestros miedos y nos desprendemos del pesado equipaje de convencionalismos y complejos. Hoy he visto en la playa a una pareja de ancianos, bañándose desnudos en el mar, felices, compartiendo confidencias, cierro los ojos, ese es un deseo que me guardo para el futuro�mejor deseo, que no envidia�

Antiguamente pensaban que allí terminaba el mundo, hasta donde alcanza la vista cuando miras el mar, que cuando un barco se atrevía a navegar hasta el horizonte caía sin remedio al abismo.

No, no me quedaría aquí para siempre. Iría hacia el abismo, lo sé. Me costaría mucho separarme de mi silla a la sombra, pero mi espíritu kamikaze, ese que poseo escondido y que pocos conocen, ganaría y me arrastraría allá donde acaba el mundo. ¿O es donde empieza?…

No os dejéis engañar, la curiosidad no mata al gato, es lo que hace que viva siete vidas�a veces hay que levantarse de la silla, no queda otra� a esta vida, o a las siete si hace falta, hay que echarle ganas�

Ganas de vivirlo todo, de verlo y aprenderlo todo, de absorber como una esponja, de comerse el mundo en el mejor sentido de la palabra. De no tener miedo, de lanzarse al vacío, de superar el vértigo que supone siempre lo desconocido�vaya, creo que Ignacio se ha colado en mi historia�bueno, este es su blog, en su derecho está�sí, podría perfectamente estar hablando de él.

Ganas de libertad, montar en moto sin casco, y si somos tres mejor, acampar en el deserto bajo las estrellas, llevar de la mano un orangután�deseos, recordad, de-se-os, no envidia, que no es nada sana�

Ganas de vivir incluso en invierno; parafraseando a Lewis Carroll, uno incluso puede dar la vuelta al mundo seis veces antes del desayuno, o vencer a varios dragones o incluso conquistar a alguna que otra princesa de camino a la oficina. Sí, todo es ponerse. Soñar es gratis. Queda poco de verano y en el invierno es donde pasamos la mayor parte de nuestra vida, así que más nos vale que nos guste nuestro trabajo y nuestra rutina (bah, ¿quién quiere estar mirando el mar todo el año?). Y si no, ya sabéis, hacia el abismo, derechitos al abismo; todo el mundo tiene derecho a ser feliz y por encima de todo, todo el mundo tiene derecho a equivocarse.

Mientras nos decidimos, o incluso si nos dejamos llevar plácidamente hasta el siguiente verano, seguiremos soñando cada mañana, antes del café, con ese lugar donde residen los espíritus libres y los amores imposibles�

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P.D. Por que mi querido Ignacio siga deleitándonos y haciéndonos soñar; y provocándonos las ganas de movernos de la silla, desde este su blog, al menos mil o dos mil veces más.