Durante mucho tiempo me costó entender la dependencia que tienen los habitantes de la costa con el azul del mar. Para los que como yo hemos vivido siempre en el interior, el sonido de las olas y la infinita masa de agua que se pierde en el horizonte mostrando ligeramente la curvatura de la tierra, no es sino un regalo que sucede de vez en cuando. Para nosotros, para mi, mar y playa son sinónimo de relax, de vacaciones, de un lapso temporal perfectamente disfrutable.
Sin embargo, para los que siempre tenían esa posibilidad de que la vista se perdiera en la lejanía y el mar siempre estaba allí hiciera calor o frío, arrebatárselo era quitarles partes de si mismo. Cuantas veces oí es queja encubierta, ese detalle que les arrebataba la perfección a los lugares. �Aquí soy feliz, esta todo bien� �¿pero?� �Pero me falta el mar�.
E inevitablemente, como un boomerang, muchos acaban volviendo al lento y trabajoso caminar con la arena entre los dedos de los pies, los fulgentes brillos de la espuma al romperse las olas. Tardé mucho tiempo en entenderlo, quizás por no pararme unos segundo a pensarlo, pero volviendo atrás en la memoria, que grande ese era instante en que desde las ventanillas del coche se asomaba fugaz a lo lejos, entre valles y colinas los primeros resquicios del azul del agua. �¡El Mar, ya se ve el mar!�.
Aún me sigue sucediendo hoy en día. Encontrarme con el mar implica parar a mirarlo. Da igual donde y como sea. Bravo bajo acantilados, o mas manso sobre la arena. Lapislázuli, turquesa o de jade, siempre te roba alguna mirada. Así que lo confirmo. Es un si. Lo entiendo. Entiendo su magnetismo tanto en el lugar más remoto como en el más concurrido y entiendo que si consigue hacer eso conmigo que sólo lo vivo en pequeñas dosis de tanto en cuanto, que no hará con los que embauca a diario.
No es normal además, que una gran ciudad tenga tanta playa como la que tiene Barcelona, donde las calles se extienden hasta el borde mismo de la arena haciendo imposible no acabar en el paseo marítimo. Da igual que sea caminando, en moto, autobús o bici. Cualquier momento es igualmente bueno como para hacerte con tu trocito de playa, con tu trocito de Mediterráneo.
Aquí otro que se emboba con el mar y las llamas de una candela. Lo mismo me ha pasado con tu post.
Por cierto, me ha encantado la palabra «lapislázuli», me la guardo.
sniff sniff.. me has recordado cuánto lo echo de menos 🙁
Cierto, en Madrid siempre pensamos lo bien que se debe de vivir en una ciudad con mar y nos embobamos mirándolo a la mínima oportunidad 🙂
Es que la mar tiene un algo que uno no puede estar mucho tiempo lejos de ella.
Dicen que el hombre se originó como especie junto al mar (o junto a un gran río), ¿no? Y también dicen que nos expandimos por todo el mundo ‘paseando’ por las orillas del mar, ¿no? Pues entonces será que lo llevamos en los genes, y resistirse a eso es ir ‘contra-natura’…, ¿no?
Jejeje yo soy de interior y tampoco le doy tanta importancia… y eso que desde mi casa se ve un cachito 😀
Totalmente cierta esa afirmación, me crié y vivi 10 años en Madrid y ahora lo hago en Málaga desde hace ya 1X años (uyyy que no quiero que descubran mi edad xDDDD), ahora mismo me sería bastante complicado adaptarme a vivir una larga temporada en una ciudad sin mar, es algo que se echa en falta en cuanto te vas al interior, ya sea invierno o verano siempre se agradece pasear junto a él.
Saludos!!!
Pues yo no se si podría vivir sin mar, nacido en barrio marinero de una ciudad con playas, buen tiempo todo el año, cuando era «más joven» y estudiaba, estaba moreno todo el año, las sesiones maratonianas de playa no faltaban ni en verano, ni navidad ni semana santa.
Ahora vivo a pocos metros de la costa, y cada día de camino al trabajo circulo unos 10 Km. al borde del mar.
Aunque creo que yo soy un poco más raro, me da que lo que más echaría de menos no es el mar, sino el Puerto. Mi ciudad tiene un puerto bastante grande, y me encanta verlo, ver la variedad de buques que pasan por allí. Desde pequeños veleros, o barcos de pesca a inmensas plataformas petrolíferas que paran a reparar o avituallar.
Japogo, idem. Será la falta de costumbre…
Vane, jejeje… anda no seas morriñosa! 🙂
Yoda, pues si, lo curioso es que yo no lo echo de menos, pero siempre me pregunto como será vivir con una ciudad con mar. Vivir, no visitar. Me encantó vivir cerca del Támesis en Londres. Aunque no es lo mismo…
Machbel… 🙂
Rham, tienes toda la razón. Sólo que los que no lo hemos vivido nos cuesta entenderlo, pero claro, los genes están ahí para recordárnoslo…
Pau, eso es trampa! tu lo tienes al lado!! 🙂
Jose Carlos DS y ahora… cualquiera se va, verdad? 🙂
Luis, creo que ese es otro imán. Como los aeropuertos, donde cada día se suceden tantas historias… no? 🙂
🙂
Yo cuando sea grande quiero usar el PhotoShop como tú, qué bárbaro…
Fan.
Muchas gracias!!! Aunque estas estas, mucho PS tampoco tienen… 🙂
Una muy buena reflexión Ignacio!
A mí me pasa lo mismo pero con las montaNas 😛
Yo soy más de montaña también… pero ahora entiendo lo del mar… jejeje