Amanecía en Cap de Creus. El punto más oriental de la península Ibérica donde hasta entonces sólo se veía la luz del faro empezaba a aclararse, dando forma al agresivo terreno de rocas y acantilados que se adentraban en el mar como si fueran dedos.

Había llegado a Cadaqués, de la mano e invitación de Xavi y Rosa, un lugar tan especial para ellos que quisieron compartir conmigo. Lo era. Aunque cubierto por las nubes se alejaba de la imagen de postal con calles blancas relucientes al sol, sus callejas empedradas, de ventanas azules a orillas del Mediterraneo eran una invitación a pasear por ellas.

Este pueblo de pescadores, perdido en el cabo, distinto de todo, iman de artistas. Allí estuvieron entre otros Picasso, Lorca, Miró, Duchamp… y Dalí. El genio nacido en Figueras, hizo de Cadaqués su residencia y ambos tienen un poco de cada uno. Los paisajes del cabo aparecen reflejados en muchas de sus obras y Cadaqués se ha quedado con matices surrealistas.

No sólo porque haya quién asegure (creo que incluso sin alcohol mediante) que las Pirámides de Egipto se inspiraron en la orografía de la zona, ni porque tengan su propia estatua de la libertad con los dos brazos levantados al más puro estilo supertramp, ni porque haya un reloj de sol a la sombra, ni por la cantidad de personajes azotados por el fortísimo viento de tramontana… si no también e inevitablemente por Dalí.

Dali, no vivió en una casa normal. Se fue haciendo con casas de pescadores colindantes que fue reconstruyendo a su antojo, creando una imagen de su propio surrealismo mental en forma de arquitectura. Un laberinto de habitaciones, escaleras, animales disecados haciendo de lámparas, esqueletos hechos de barcas, maderas y palos, barcas que llevan un barco por bandera, salas circulares con eco… incluso, tenía un espejo apuntando desde su cama al amanecer para poder ver cada día el despertar del sol sin tener que moverse de la cama. Dalí era el primero de los habitantes de la península en ver salir el sol.

Así que el pequeño pueblecito está lleno de privilegios. Un lugar fantástico en un enclave precioso, manteniendo a pesar del ferviente turismo su identidad y acompañado de un parque natural. Me comentaban mis anfitriones que toda esa zona de Gerona, está moteada de más y más pueblos costeros pintorescos, pero el tiempo no sólo no acompañaba si no que tampoco daba para más.

Quedará por lo tanto conocerlos, con su olor a sal, más hacia el verano, cuando el sol los haga brillar aún más.

Para Xavi y Rosa. Gracias.