Aunque el plan del fin de semana en Ise-Shima debería dar para haber llegado a la bahía de Ago-Wan, el tiempo que tendía de malo a nefasto me hizo replantearme el viaje, en su lugar decidí volver hacia Nagoya, en un intento por acercarme a Tokio y si el tiempo no mejoraba siempre sería más agradecido dar una vuelta por allí donde, siendo una gran ciudad, los peces de asfalto como yo podemos encontrar cobijo más fácilmente que en el rudo campo.
Tampoco es que dispusiera de excesivo tiempo y viendo que Nagoya es una urbe japonesa estandard decidí emplear mi tiempo visitando su castillo, por eso de aparentar que uno se aleja de la urbe para envolverse en el japón antiguo. Esta afirmación ya sabemos que en Japón está bastante alejada de la realidad. Tras los bombardeos de la segunda Guerra Mundial, poco quedó en pie. Nagoya fue arrasada en su totalidad y lo que hoy se ve no es sino una reconstrucción del castillo original del siglo XVII.
Lo de las reconstrucciones tiene su aquel. Ves el castillo precioso por fuera, pero los que lo reconstruyeron pensaron (y con cierta lógica) que dado que lo bonito es lo de fuera, hagamos lo de dentro más apañado. Y ahora el épico castillo tiene un ascensor para sus cinco plantas, tranformadas en un museo. No deja de ser un punto a favor, aunque le quita romanticismo y encantando, para que nos vamos a engañar.
Por otro lado este castillo aunque formidable, sigue sin poder hacer sombra al de Himeji, que de momento está el número 1 de mi top 2 de castillos en Japón (porque no he visitado ninguno más). Aunque lo que realmente mereció la pena fue el enclave donde se encuentra, una arboleda muy apatecible para pasear en una tarde otoñal, entre el envejecimiento anaranjado de la mayoría de las hojas de los árboles «manchadas» en ciertos puntos con ese tono de rojo fascinante de los arces…
Breve pero intenso. Una gozada de un par de horas. 😀
Si, esto de poner ascensores en los monumentos a mi también me sorprendió este fin de semana. Es más accesible para todo el mundo pero menos romántico como indicas.
Cuánto color a diferencia de los grises que nos trae el invierno aquí al otro lado! Se agradece.
Oria, es que un castillo medieval, debería ser un castillo medieval, no? 🙂 Quejarse por quejarse… jajajaja! 🙂
Japogo, me temo que los grises llegaran en breve. Siempre nos quedará la primavera! 🙂
Uy que rojo más intenso en las hojas, nunca había visto un arbol que se volviera todo rojo, muy bonito.
Es fantástico, cris… tienes que verlo!!
En tu lista «castillos japos», tienes que incluir en tu top 3 el de Okayama (yo creia que ya lo conocias?)! Como castillo, creo que descendera al tercer puesto tras Himeji y Nagoya, pero merece la pena ir solo por que te disfracen de emperador Edo!! Es super divertido!! Y que te saquen fotos, claro… 😉
El de Okayama es muy peque, no? El del rey negro o algo así… si que lo ví, pero muy brevemente…
Lo de las fotos es algo que me falta. 🙂