– Ignacio, Ignacio… despierta hombre, que ya son las 5.00 de la mañana…
– Ay, ay, finnco minautzitofs máa – dijo adormecido sintiendo aún entre sueños como cada músculo de su cuerpo dolía. Y dolía. Y mucho. A su lado acompañando la incomodísima almohada, un pie japonés.
– Venga, cachoperro. Que ya están todos levantado.
– Groumph. Groumph. – Más dolor. Todo él era una agujeta.
– Mmmmm… mmm…. Ignacio? ¿no vas a hacer una foto del amanecer? Está apareciendo la línea anarajada en el horizonte.

Mierda.

Estaran conmigo en que eso es juego sucio.

Tanzawa 41

Aún con la legañas ocupando la mayor parte de mi cara, la boca pastosa, el pocopelo revuelto, agarré el trípode y salí sin muchos miramientos a la helada intemperie. No suelo ser de los que ven demasiados amaneceres, pero si son similarmente inversos a los atardeceres, sabía que no tenía demasiado tiempo antes de perder esos maravillosos momentos de luz.

Tanzawa 42

Tanzawa 46

Dado que el grueso del pelotón no se quejaba demasiado y sin reparar en que todavía andabamos anestesiados y drogados por el viciado ambiente donde habíamos dormido decidimos en un acto irreflexivo que eramos unos auténticos machos ibéricos y que nos sobraban fuerzas para dar y tomar y hacer la etapa reina por los picos de Tanzawa. Debería estar prohibido la toma de decisiones antes de las doce de la mañana. Por ley.

Tanzawa 45

Pero claro, pongánse en nuestra situación. Habíamos avanzado el día anterior parte de la etapa más fuerte y volver sería desperdiciar todo ese esfuerzo más haber compartido cama con 80 japonesese para nada. Volver sería, en resumidas cuentas, un acto de cobardes. Habría sido totalmente coherente con nuestra forma física. Pero de cobardes al fin y al cabo. Y eso, nunca. El orgullo machirulo es lo que tiene.

Tanzawa 48

En verdad el orgullo machirulo lo que tiene es que dura lo justo para que lo acabes maldiciendo. Para llegado el momento de «no return» y te lleves las manos a la cabeza diciendo «quién me mandaría a miiii», mientras cruzas curvas de nivel como si no hubiera un mañana. Porque si, amigos, si habeis hecho alguna vez una ruta montañesa, lo habitualmente más normal es que el camino intente, en la medida de las posibilidades, mantenerse a lo largo de una curva de nivel.

Tanzawa 50

Tanzawa 51

Eso sería lógico. Pero nada más lejos de la realidad. Cual dibujos animados por la silueta de las cordilleras no hacíamos otra cosa que subir montañas, para volver a bajarlas, para una vez llegado a lo más profundo, volver a subirlas, en un acto absurdo sin límites que iba minando nuestras escasas fuerzas al tiempo que reducía considerable y lamentablemente nuestra velocidad de crucero.

Tanzawa 52

Tanzawa 53

Vayamos a los hechos. Fuimos sin lugar a dudas los más jóvenes de cuantos nos encontramos por el camino. Por un amplio margen. Y fuimos (corroborado por un juez) los únicos que no adelantamos a nadie en todo el día. En cambio los japoneses y japonesas sexta o heptagenarios, no tenían ningún inconveniente en adelantarnos por los lados para desaparecer en la lejanía.

Tanzawa 56

Tanzawa 55

Algunos incluso rozando la vergüenza más vergonzosa, nos mandaban palabrás de ánimo en las subidas. Ganbate ne!!! Incluso hubo quienes nos aplaudieron en una de las cumbres. Nos habríamos puesto rojos si tuvieramos algo de sangre en el cuerpo, pero el honor ya hacía mucho que se había perdido, probablemente en la parte más baja de alguno de los valles y pongáse usted a bajar a por él… que luego hay que volver a subir. Total, el honor siempre ha sido algo sobrevalorada.

Tanzawa 58

Tanzawa 59
Abuelitos zampando mientras veían alegremente como nos arrastrabamos…

Lo que no estaba sobrevalorado para nada, era el tiempo que disponíamos de sol y cómo en las últimas bajadas nuestras piernas habían dejado a un lado el poco vigor que en algún momento tuvieron para convertirse en algo similar al blandiblu. Claro que poco tiempo quedaba para quejarse. El sol bajaba imparablemente sobre el horizonte y como no, nuestro ritmo de tortuga coja nos había retrasado más de lo esperado (a pesar del tiempo que habíamos recortado el día anterior). Habría que sacar fuerzas de donde no las había y bajar, correr todo lo que las piernas nos daban para intentar evitar la llegada de la noche.

Tanzawa 60

Tanzawa 62

No lo conseguimos, pero por muy poco. Ya teníamos las pupilas en su máxima dilatación intentando evitar los hoyos, las ramas zancadilleadoras y los abruptos cambios de nivel, cuando encontramos la carretera que nos había de llevar al pueblo. A pesar de que la noche nos cubría completamente, ya no había posibilidad de pérdida (aunque nunca habría que subestimarnos) y en algo más de un kilómetro encontrabamos el bus de regreso, donde como podía imaginarse dimos la imagen más demacrable que se podía dar tras dos días de ruta continua, de sol a sol, sin ducharnos, con capas y estratos de sudor y roncha y con unas ganas terribles de llegar a casa y esta vez si, tener un tú a tú muy muy serio con la cama.

Tanzawa 64

Pero eso si, nadie podía quitarnos de la boca la sonrisa de haberlo logrado. De haberlo conseguido y además de haber tenido el placer de disfrutar de la montaña de una manera que no muchas personas pueden hacerlo, en un paraje impresionante, en un fin de semana espectacular y además con el beneplácito del Monte Fuji.

Ahí es nada.

Tanzawa 43
Unas cuantas fotos más, cansadas y sudadas, aquí.