Izagami e Izanami, las dos primeras criaturas divinas creadas por los dioses Kunitokotachi y Amenominakanushi, fueron enconmendados con una misión muy especial. Serían los encargados de crear la primera tierra en el mundo.

Les fue entregada una lanza engarzada con joyas y cuando descendieron del cielo la introdujeron en los mares. Al sacarla de entre las aguas las primeras gotas de agua salada crearon Onogoroshima, la primera tierra.

Allí se asentaron, abandonando para siempre los terrenos celestiales y entonces, Izagami e Izanami se casaron y de su unión nacieron las 8 grandes islas que formaron Japón.

Muchas odiseas les pasaron a Izagami e Izanami, que crearon muchas deidades, antepasados de los actuales japoneses y que acabaron con Izanami convertida en la diosa de la Vida… y de la Muerte, pero mis conocimientos de la antigua cultura Japonesa son tan reducidos que no voy a convertir (muy a mi pesar) esto en un clase de mitología, aunque así tendréis algo de ruido de fondo para entender porque estás piedras que surgen de las aguas de Futami y que representan a los mismísimos Izagami e Izanami, casados, unidos para la eternidad por una soga sagrada de paja (shimenawa) de más de una tonelada de peso, son tan importantes.

Y yo, tras mucho tiempo deseándolo, por fin pude visitarlas, desde que en algún momento hace ya algún tiempo, me asaltó su imagen en algun libro de japón.

La espera mereció la pena.