Little Dog

Ha llegado el verano y eso me ha transformado en una mofa ambulante. Una salchicha sudorosa a la brasa. Sudor. Sudor. Chorreo de sudor. No hay salvación en medio de esta sauna húmeda. Me he convertido en la imagen deplorable del tipo extranjero, medio calvo y con barriga al que los camachetes le empiezan a dominar. Dicen para mi desconsuelo, que esto no es nada para lo que me espera. Los poros de mi piel nunca estuvieron más limpios. El resto de viandantes y más especialment sus epitelios olfativos serán los que más disfrutarán de mi compañía. ¿Por qué todas mis camisetas son oscuras? ¿Acaso el blanco no es un color bonito? Soy un concentrador de calor ¿Por qué no traje pantalones cortos? Esto no puede si no acabar en el fracaso más absoluto o en una lipotimía incontrolada. Benditas las máquinas de refrescos por la calles. Lástima que me conviertan en una fuente. Son necesarios unos cuantos ajustes en mi indumentaria. Horror. ¿Y la mochila? ¿Que vamos a hacer con ella? Yo voto por la incineración. No hay esperanza para ella. ¿Por lo demás? Lanzarse de cabeza al aire acondicionado según entras chorreando a los sitios. Se prevee catarrazo en breve. Argh! ¿Cuantas duchas puedo darme en un día? ¿Acabaré con toda mi ropa limpia en una única jornada? Demostremos que sabemos reciclar. Qué viva el verano! ¿Quién me ayuda a despegarme los calzoncillos?