Perderse por la ciudad. Que mejor manera de empaparse de ella, mezclarse, dejar los pensamientos fluir tranquilamente mientras se pasea. No suele ser un privilegio cuando se turistea, pues implica tiempo y que probablemente dejarás de ver otras cosas más recomendadas en las guías turísticas, pero si se puede es una gozada. Elegir a derecha o a izquierda, indistintamente, según te venga en gana. Es como si la ciudad te llevara por donde ella quiere. Y tú… pues te dejas querer.

Tanto que al final, por si había alguna duda, por supuesto que me perdí. Es lo que tiene una ciudad que no conoce las calles rectas, que resulta imposible saber por donde has llegado y desconociéndola resulta igual de díficil saber hacia donde ibas.

Este paseo fue en algún lugar de Tokio, entre Shibuya, Ebisu y Meguro, un paseo muy soprendente porque te muestra lo tranquila que es esta ciudad en cuanto te alejas un poco de los grandes puntos de ocio. Además los rascacielos y desasosiegos de los trenes y las autopistas cruzándose en diferentes niveles bajo las luces de león dan paso a pequeñas casas, casi rurales, sobre los que se divisan en el horizonte, los imponentes rascacielos.

Reforcé la teoría de la pérdida además no llevando un mapa conmigo, porque estaremos de acuerdo que una ciudad como esta, con una extensión de 2200 kilómetros cuadrados se puede andar a la ligera. Cabecita loca. Aún así, no panic, que lo peor que me podría pasar sería quedarme sin tiempo para coger el último tren hacia la costera ciudad de Yokohama y llegado este caso me habría lanzado a mitad de la calle hasta que algún taxi, coche, bicicleta o triciclo me llevará hasta la parada de metro más cercana. 🙂

Esta ha sido una cara nueva de la ciudad para mí, supongo que iré eligiendo puntos al azar sobre los que perderme, a ver con que me sorprende. Ponerla a prueba, vamos. Y no se lo voy a poner fácil. 😉

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