Si es que no está la cabeza donde tiene que estar. No soy muy hábil con la memoria, las fechas, ni los telefonos, ni cualquier tipo de clave han sido nunca mi fuerte, pero al final un atisbo de lucidez me ha permitido acordarme que ando de aniversario (ups!), y es que entre tanto barullo, que si me quieres, que si no me quieres, que si me dejas en la calle, que si me vuelves a acoger, que si llueve, que si hace sol, sile, nole, pues casi se me olvida que hoy hace dos años que aterricé en Londres.

Cabecita loca. Que me tienes trastornado. Encima para redondearlo aún más y de un modo que haría padilecer a la mísmisima fusión de Tamariz con David Chesterfield alcanzamos la cuasiredonda cifra de 450 posts. Iker Jiménez, una explicación quiero!

Dos años, maredelamorhermoso. Si el aniversario se hubiera adelantado una semana, sería una carta bastante más triste, en un estado permanente de recogida de cartón para búsqueda de casa, pero oigan, con eso de que no se ha adelantado y de que el efecto psicotrópico del la mudanza aún perdura, pues ya ven, salió cara en lugar de cruz y hay renovada alegría donde antes había desesperación. Ay Londres, maldita amante.

Un año mucho más prólifico que el anterior, agrandando ligeramente el círculo de amigos, descubierto muchos nuevos rincones y aprovechándo la ciudad aún más. Con una Londres en la que he ganado confianza y me siento cómodo, pero que inveitablemente y a pesar de las cantidades de sorpresas que aún guarda, ha perdido el factor sorpresa del primer año. Estamos batiendo records en esta relación.

Lo que dure durará. Por mi parte espero que algún tiempo más, mientras tanto a disfrutar como hasta ahora de cada segundo, de los colores del tamésis al Atardecer, del cambiante skyline de la City, de los interminables rascacielos de acero y cristal, de las cocinas asiáticas, de los teatros del West End, la música en cualquier parte, los artistas callejeros, de los buskers del metro, las estatuas vivientes del South Bank, los fuegos artificiales por cualquier excusa, de los grises reflejos de los edificios victorianos en los días de lluvia y los brillos de las flores y los ojos de las ardillas en los parques, del sonido del cristal cuando suena el entrechocar de las pintas, del quedar aquí y allí, de las exposiciones de los museos y de las locuras de la TATE, de las galerías del East End y Brick Lane, de los mercados del Norte, Sur, Este y Oeste, de la complicidad de oír español por sus calles, de los mil y un recuerdos que se están grabando en mi memoria y que de manera imperecedera me harán saber que estoy inevitablemente ligado a esta ciudad.

Big Ben.jpg