Si por algo destaca Kioto es por sus templos. Por sus infinitos templos. Por sus templos hasta decir basta!. Dudo mucho que haya ser humano que haya tenido la paciencia de visitar todos ellos y seguir manteniendo un ápice de cordura. Más de mil. Un uno seguido de tres ceros. Aymaredelamorhermoso!. Por donde empezar? Que ver? Cual elegir? Mi tiempo era limitado y acorde a los horarios dudaba mucho que fuera capaz de ver más de cuatro o cinco al día. (Atención al dato, porque alguien en condiciones normales con mucho muchísimio tiempo por delante tardaría más de 6 meses dedicándose única y exclusivamente a esta labor, para poder verlos todos.
Así que mucho me temo que me dejé unas cuantas joyas, pero no tuve más remedio que tirar de la guía y hacer una primera reducción de unos 20 para después pasar al filtro postales. El filtro postales, consiste en recorrer las tiendas de souvenires y curiosear las postales y libros para hacerme una idea de cada templo y asegurarme cual era el que no me quería perder. 🙂
Concienciado como estaba madrugué para aprovechar las horas al máximo, pensando (y con razón) que el desplazamiento por la ciudad, por medio de autobuses, que no controlaba demasiado bien, me retrasaría bastante. Aún así y aunque me dejé por ver uno de los que quería, creo que la selección estuvo bastante bien y me valió para superar mi umbral de templos para una temporada. 😉
Comencé con lo fuerte y tras pasar por Hohen-in (en la foto de arriba) me encaminé al Kinkakuji (aka Rokuon-ji), el pabellón dorado. Una auténtica maravilla. Atravesado jardines, llegue a un lago, y allí con un agua que ejercía de espejo, creando una preciosa simetría horizontal se apareció el templo dorado. Aguanten la respiración.
A pesar del impacto inicial, la estructura es bastante reciend, de 1955, momento en que se volvió a levantar tras quemarse en 1950 el edificio original (desde 1397), vícitima de un monje que tras reducirlo a cenizas intentó suicidarse, sin éxito. Fue capturado y su madre al enterearse se arrojó a las vías del tren. Una historia sin lugar a dudas bastante más oscura que los brillantes reflejos que desprende. Y es que la estructura, queridos amigos, está recubierto con hojas de oro puro. $_$
Sería un buen lugar para quedarse completamente ensimismado, pero uno, que no se deja hechizar facilmente (tomad nota, muchachas), pudo escapar del embrujo para seguir en modo turista unas cuantas horas más. Fueron mis huesos a parar, tras pasar más tiempo del que quisiera intentando encontrarme, a otra maravilla de los templos Zen japonenes. Ryoanji.
El templo del dragón tranquilo y pacífico. El templo entre otras cosas posee uno de los jardines secos más famosos del mundo. Secos, porque se basa en piedras para crearlo. Para aumentar su misticismo, su creador (o creadores) no dejaron ninguna explicación de su significado, lo que le añade belleza.
15 piedras en tres grandes grupos. Creando una sensación agaradable y relajante al contemplarlo. Teorías hay muchas: simulación de un mar, un tigre cruzando un río… (esto debe ser como un test de Roschard, cada uno verá cosas distintas!).
Lo que parecen haber revelado las investigaciones es que si se desplaza cualquier de las rocas se pierde la sensación de armonía. Cada cuál que saque sus propias conclusiones, pero es desde luego uno de los mejores ejemplos del arte japonés. Simplicidad y estética. Ya desde hace 1488.
¡¡Esta parte si qué es bonita!!!
… ja,ja.. el otro día estuvimos comentando poner un jardín Zen en mi casa…. nos bajamos con el rastrillo y hacemos dibujitos con las piedras… ja,ja 😛
Ohmmmm… ¡qué paz!
Lo del jardín Zen lo hemos visto hace poco en un documental y decía que el jardín está hecho de forma que pongas donde te pongas, solo ves máximo 14 piedras, nunca las 15. Cómo te quedas?
Cris, Os qeudaría clavado seguro!!! 😉
Japogo, oommmmmmm!!!
marta tiana, pues me quedo muerto, sobre todo porque no lo sabía! 🙂 Thankis!
¿Y tú qué hacías en Japón? Voy a dejar de venir a tu blog, la envidia me va a matar un día de estos.
Besos enfurruñados.
Yo fui a Japón sólo para darte envidia. Te lo he dicho mil veces.
Impresionantes las imágenes en espejo…