Nostalgicamente las ciudades se ponen el traje de luces en Navidades. Vestidas de Gala para recibir a los que las conocen y a los que de tanto en cuanto regresan a sus calles. Madrid es una de ellas que se maquilla para ofrecer su mejor cara, tapando sus arrugas y sin saber que a los que pasamos tanto tiempo alejados nos tiene ganados sin necesidad de tanta parafernalia, pero agradecemos que se ponga guapa. 🙂

Y no me dió tiempo a recorrer todas sus calles como me hubiera gustado y bien sabe que lo disfruto, pero las horas no dan para más. Se agradecen de corazón las ganas de los que tras cierto tiempo quisieron quedar conmigo aunque ya siento que no hubiera tiempo para todos. Hubo caras conocidas y algunas nuevas, que también hicieron hueco en sus respectivas agendas para un desayuno, una comida, un café o una cena y para darme consejos fotográficos y llevarme a ver a mi querida Madrid antes de la noche la tomara.

Como siempre, se agradece el volver a casa para reencontrase con los suyos, aunque sean cada vez menos de uno y más de sus propias vidas y sus churumbeles (preciosos por cierto, ya los veréis). Buenas sensaciones, cuando se tiene poco tiempo cunde más. 🙂

Y mientras tanto, mientras cada uno trenza sus vidas, Madrid sigue allí, con la casi seguridad de que cuando vuelvas, la Cibeles te seguirá recibiendo mientras vigila, con su aire majestuoso e imponente, a la Gran Vía.

Hasta la próxima. 🙂