En capítulos anteriores: El origen del conflicto, y la carta

El vaquero miró la carta. La remiró. Se relamió. Y tras acallar los aullidos de su estómago intentó encontrar sentido a lo que estaba pasando. ¿Como había llegado allí? Y no pensaba en el árido y sofocante paisaje roto por el cricricreo de las cigarras, si no en la serie de acontecimientos acelerados que le habían llevado a defender el posible secuestro de sus pixeles y encontrar las ingredientes secretos de los pancakes.

Duelo - 0

Aún así, no torció el rostro ni dió señal alguna de desconcierto mientras la dama del chocolate volvía a la oscuridad de los pórticos del poblado dejando un regero oscuro de cacao derretido por la arena. El calor era insoportable.

No se había andado con ligerezas. Había empezado con una apuesta fuerte y conociendo los puntos débiles del adversario. Directa. No había habido tiempo para el coqueteo, ni para jugar al despiste, pujar a chicas cuando se iba a grandes. Malaje.

La dama estaba poniendo el tablero a su gusto. No es que le importara el juego sucio. Tampoco se habían puesto reglas en ningún momento y por lo tanto sólo estaban las barreras que alzaban el honor. Aunque el honor de ambos hacía tiempo que se arrastraba. No hay hueco para las broma cuando se habla de pixeles.

Duelo - Fuego

Pero el vaquero esperó, miró sus cartas y sé supo seguro. Será una dentellada rápida. Un flashazo entre los ojos que ciege al adversario lo suficiente para que no haya tiempo a la recuperación. Aún así, nadie, ni su propia sombra debería fiarse de la dama del chocolate. El historial de excesos y empachos bajo sus engatusamientos debería ser motivo suficiente para temer por el desbordamiento de michelos en cualquier momento.

Así que entró en el saloon, donde ella aguardaba en un extremo de la mesa. El vaquero preparó la lente rápida. 50 mm y apertura de 1.4. El disparo en continuo. No quería perderse ningún detalle y la falta de iluminación del vetusto y abandonado edificio podría dificultar las cosas. Sin mediar palabra se sentó en frente y empezó a mostrar sus cartas. Sin ninguna prisa.

Colocó en un extremo el blanco…

Duelo - Blanco

… y en el otro el negro…

Duelo - Negro

y empezó a rellenar el hueco intermedio con pulso firme.

Azul…

Duelo - Azul
… verde…

Duelo - Verde
… rojo…

Duelo - Rojo
… y naranja.

Duelo - Naranja

Una vez hubo terminado el vaquero alzó la vista y la miró esbozando una leve sonrisa en una de las comisuras del labio. No quedaba mucho tiempo.

– Escalera de color. ¿Puedes superarlo, C.o.v?

La dama de chocolate palideció.