No puedo decir que fuera el viaje más agradable de mi vida y es una pena porque si no fuera por el diluvio universal que acabó minando mis ánimos y las ganas de ver cosas tras ponerme durante unas horas en remojo al melódico sonido chof chof de mis zapatillas al andar, la verdad es que habría disfrutado bastante de una ciudad como esta.

Si a eso añadimos al osobuco roncador de tamaño Olifante, que se pasó la noche deleitándonos con hermosos gorgoritos no deseados acompañados por retruenos expelidos por otros orificios corporales, tendremos un espectáculo dantesco digno de acabar con una ingesta de lejía o entrando en la bañera con un tostador, pero se quedó en una noche en vela para rematar. Que malo es ser pobre, con lo que a mi me gusta ir de hoteles de cinco estrellas y eso de compartir habitáculos en hostales, aunque tenga su puntito molón de curioso y arriesgado, puede ser un verdadero desastre.

Pero objetivemos caballeros, que no habreis llegado a estas lineas para descubrir esperpentos. Objetivemos, decía, para intentar brevemente hacer acopio de lo más representativo de Cambridge bajo un manto de lluvia. Cosa que me impide por nobleza quijotesca el tachar esta ciudad de las ya visitadas y quedará en tarea pendiente para un día más soleado. Vamos Sancho, que no veo molinos, sino gigantes.

Cambrigde al igual que Oxford, es una de las ciudades universitarias británicas por excelencia. Aunque existía como asentamiento en el 1000 A.C. no fue hasta el 1068 D.C. que empezó a adquirir algo de relevancia cuando Guillermo de Normandía construyo un castillo en la zona y fue en 1206 cuando comenzaron a llegar estudiantes precisamente desde Oxford, amedrentados por los locales (ya comenté que la relación entre los estudiantes y los habitantes de Oxford había sido bastante «tensa»). A pesar de esto no fue hasta 1284 que se construyó el primer College.

Casi dos siglos después en 1441 se empezaba a construir lo que sería uno de los edificios más impresionantes de la zona. El King’s College. Este College situado en el centro neurálgico de la ciudad y dado que el por aquel entonces rey Enrique VI quería hacer el college más bonito tanto de Oxford como de Cambridge empezó la construcción de una capilla conocida como capilla perpendicular que es una absoluta obra maestra.

No se si describirlo, si enseñaros fotos, si que dejeis volar la imaginación… pero es preciosa. Larga, estrecha y alta, tardó casi un siglo en terminarse, con la bóveda en abanico más grande del mundo, alzada a 33 metros de altura. Las vidrieras, altísimas con sus múltiples colores colorean la parte interior de la capilla generando una luz increible. Demasiado oiga. Demasiado. Sólo por verla ya mereció la pena todo el chaparrón y chapuzón.





Saqué la barca de remos, las aletas y el snorkel para llegar al siguiente de los colleges de obligada visita: el Trinity College, cuyo portón está vigilado por una estatua de su fundador Enrique VIII que ya hace tiempo dejó de ser motivo de respeto cuando un grupo de estudiantes cambiaron el cetro que mantenía en la mano derecha para cambiarlo por una pata de una silla. Pata que por otro lado sigue esgrimiendo el petrificado monarca. 🙂


31 premios nobel han salido de sus aulas y entre sus estudiantes más gloriosos se encuentra Sir Isaac Newton que creo que no necesita ninguna presentación y en cuyo honor y a modo de guiño se ha plantado un manzano en un pequeño jardín a su entrada.


Como curiosidad tiene un patio cuadrado al que la tradición exige dar una vuelta mientras suenan las 12 campanadas de su Clock Tower. Está tradicción viene a ser casi imposible, pues se trata de correr 347,5 metros en menos de 43 segundos, fue representada en el cine en el duelo carrerístico entre Harold Abrahams y Lord Bughley en Carros de Fuego (aunque la escena en si misma se rodó en Eton College en Windsor). ¿Quien no recuerda la música de Vangelis de está película?



Y por último un pequeño detallito de otro de los Colleges: St John’s, que tiene una de las torres más características del skyline Cambridgeño y que une parte sus edificios por una puente llamado el puente de los suspiros inspirado en el homónimo veneciano. Curiosidades. 🙂



Y así fue y así se lo conté, me hubiera gustado que hubiera dado para algo más, pero no se puede ganar siempre. 🙂