Con tres semanas de retraso pero nunca es tarde si la dicha es buena y para los pacientes todo llega. El contingente Erasmusil se reunió de nuevo invitado a garrapatear con mucho arte por los habitantes de El puerto de Santa María y de Sanlúcar de Barrameda.

Reencuentros golosos. Dejar de pulsar el Pause para seguir con las risas y el cachondeo y la alegría de vernos de nuevo. Con algo de acompañamiento para nuestros sufridos estómagos. Of course. No comentaré aquí el error que tuvo el que esto suscribe al confundir tapa con ración y el posterior e indigerible empacho. Primeros y gratos choques culturales al descubrir que los cafés se sirven en tubo y las tostadas en acres (más o menos)… ejem:


A partir de aquí nuestros queridísimos anfitriones Samu, Lupe y Salva nos habían preparado durante dos días todo un recorrido intensivo por sus hogares, las tierras andaluzas. Desde aquí mi más sinceras felicitaciones por el esfuerzo convocativo y organizativo. Muchas gracias muchachos!!

Lo primero fue demostrar el arte, la gracia y la doma de caballos mansos. No es tarea fácil, no os creáis. Sólo las mentes más afines al reino animal fusionados en cuerpo y alma pueden dominar a los equinos con la soltura que nosotros gastábamos.


Aunque en esto como en todo siempre hubo clases. Vean las diferencias básicas entre las fotos anteriores y las posteriores e intenten adivinar quienes sabía tenían algún conocimiento anterior al evento sobre los susodichos corceles:



Por supuesto nada comparable al sonido retumbante producido por mis rótulas al golpearse entre sí. El pavor quedó lejos. El miedo se apoderaba de mí. Una de las cosas que más respeto me ha impuesto siempre ha sido el montar a caballo. Supongo que eso de tener algo imprevisible entre las piernas me pone nervioso (y si, sigo hablando del caballo). Tanto que hasta ahora lo había evitado con todo tipo de excusas, así que os podréis imaginar que era toda una terapia de choque para mí. Prueba semisuperada, que tampoco es que tenga excesivo mérito ya que los caballos estaban tan domados que habría sido tremendamente difícil que hicieran cualquier cosa que no estuviera escrita en el guión.

Así el animal sabiéndose en posición privilegiada y oliendo el miedo, no tuvo ningún problema en hacerse con el mando de la situación y pararse cuando le vino en gana, comer cuando le apeteció y tomar los caminos que consideraba que cumplían mejor con sus intereses denegando sutilmente mi opinión. Vamos, dominado lo tenía! (La cara que veis como miedo no es tal, es una expresión de concentración. He dicho)

Y conmigo la mayoría de los presentes. Temblad siete magníficos!!!





Tampoco voy a extenderme demasiado en comentar los efectos colaterales: Dolor de espalda (el trote no es recomendable para seres lorzísticos como yo) y ese pinzamiento de ingles que me hizo caminar como John Wayne durante las siguientes horas (o días). Ejem…

Aún así, ya probado, para las próximas veces solo me queda disfrutar aún más y ver si el caballo siente mi poderío como amo! Jajajaja!!!

Además, de las partes buenas ya puedo decir que como una tonadillera más he entrado en el Rocío a lomos de un noble corcel! 🙂


Ahí lo llevas! 🙂