La pequeña gran tropa había llegado un día antes que yo. Alisando el camino. Faltaban tres. Dos no lo consiguieron atrapados en el caos de Barajas. Yo pudé volar el mismo día que ETA anunciaba el fin de la tregua haciendo estallar un coche-bomba en la T4.

Aterricé en Berlín esa ciudad con el encanto de parecer estar a medias desprendiendo historia por todas sus calles, plazas, descampados y rincones. Allí me esperaban el resto del personal, en un pequeño garito de la zona de Oeste, que respondía al nombre de Living-room. Con una barra y una única sala que a base de sofas y cortinas de diseño te hacía sentir efectivamente, como en un salón. Psicodélico. Pero un salón. 🙂

En la foto anterior y para aquellos que no tengais el gusto en conocerles, teneis a Borja, Polo, Rafa, Jaime y Txema. Asi que daros por presentados los unos a los otros y llevaos bien de ahora en adelante. He dicho.

Una cerveza rápidita y corriendo a casa de Frau Sterheim. Eva Sternheim-Peters, nuestra casera, es ya todo un personaje mítico para todo el grupo de amigos que en alguna ocasión hemos ido a Berlín.

Habitando una de las viviendas de Sybelstrasse en Charlottenburg, Frau Sterheim-Peters alquila dos de sus habitaciones, atiborradas de camas en diferentes niveles, por un irrisorio precio de 10� la noche, desayuno de café, zumo, bollos con mantequilla y mermelada incluido. En la otra habita entre kilos y kilos de libros, ella. Como entendereis no es un hostal al uso, sino su propia casa.

Frau Sterheim-Peters (y así se puede leer en su CV) diplomada en Psicología perteneció al partido nacional socialista (es decir los nazis) en su juventud. Más tarde escribió un libro llamado Die Zeit der gro�en Täuschungen (El tiempo de las grandes decepciones), en el que explicaba el motivo por el que tanto ella como un gran porcentaje de la población alemana apoyaron a Hitler cuando se pensaba que iba a ser la solución a los problemas de Alemania tras la primera guerra mundial y como se fue descubriendo que lo que se pensaba era algo bueno no era tal. En 2000 escribió otro libro llamado Habe ich denn allein gejubelt? (Sólo yo me alegré?) en el que narra su juventud en el partido nazi. Todo un ejemplo de historia andante, con sus ahora 81 años, esta señora.

Las condiciones de alojamiento son muy simples. Si eres alergico a los gatos, no vayas, y si eres alergico leve a los gatos, llevate tus propias sábanas. Y es que junto con nuestra adorable ancianita conviven sus dos preciados gatos, que tienen tanto o más status que ella en la casa.

La casa además es un desván de recuerdos, fotos de sus inquilinos, muchos de ellos refugiados políticos de otros paises, adornos y muchas extravagancias que lo convierten en un pequeño museo, indescifrable a todos los niveles para metes como las nuestras. Nos contaba como en tiempos díficiles la casa estaba llena de gente buscando cobijo, con los pasillos llenos. Poco queda ahora allí de esos tiempos y la casa no puede ser más tranquila y Frau Sternheim-Peters pasa ahora las horas muertas leyendo el periódico, con su inseparable boquilla cargada continuamente con un cigarro humeante.

Ni siquiera recuerdo como lo encontramos la primera vez que fuimos, cuando nuestro Erasmus en Karlsruhe hacía de estación base para el resto de Europa. Alguien lo encontró y el telefono pasó de mano en mano para todo el que quisiera ir unos días a Berlín. Berlín no es excesivamente caro, pero por este precio y en esta localización resulta aún más asequible. 🙂

Seguramente andareis ansiosos por echarle un ojo a la mayor de las habitaciones, que dió cobijo a seis, ocho y seis personas en las tres noches que yo estuve allí. Como bien habreis podido adivinar los más despiertos no eramos ocho los que nos juntamos y no eran laslos dos seres restantes, una imposición de Frau Sternheim. Así que dejo a los amigos de los misterios el que puedan resolver este acertijo sin necesidad de más pistas. De momento.

Pero a lo que ibamos, pequeños patituertos, he aquí la habitación cuyas paredes sorportaron los retumbes provocados por la orquesta sinfónica nocturna con sus ronquidos de Do mayor.


Tampoco seré yo quien desvele quién se llevó el título de solista y quién entraba en resonacia consigo mismo. Sólo diré lo que ya dije. Yo he estado 16 años de campamento y jamás de los jamases había oido algo así. Que temía por mi vida señores. Temía por mi vida. Les permito eso sí, que hagan sus apuestas.

Sé que os encanta el lugar. Somos gente chic. Nos gusta elegir bien los sitios. Y vosotros pensareis que quizas habría resultado más cómodo que nos hubieramos dividido en las dos habitaciones, pero oh amigos míos. En la otra habitación estaba… Peter. Y Peter… bueno… Peter… hablaremos en algún que otro momento de Peter. Si la terapia fracasa y no consigo olvidarlo.

Poco más para la primera noche, salimos, acabamos cenando en un turco el primero de los múltiples kebaps de esos días…

… pasando gustosamente el tiempo en algún que otro garito al que fuimos arrastrados por las amigas autóctonas de Jaime…

… y disfrutando con los guerreros geneticamente mejorados de la geografía Berlinesa.

Y a los interesados en la fiesta de fin de año en la capital germana, les convino a seguir las próximas entregas de este serial, donde descubriremos las verdaderas intenciones de Peter (o no), o la misteriosa identidad de las los dos inquilinos adicionales (o no), o si los gatos salieron integros tras nuestra visita. O lo mismo otras historias totalmente inconexas con estos hecho. Vaya usted a saber.

Para Manu y Diego, que no pudieron llegar