No habíamos dejado la maleta en casa de los abuelos cuando mi hermano y yo ya nos dirigíamos al Quijote, a Quijotear. Haga el favor, jefe, de ponernos una de jeta, otra de morro, otra de magro y acompañelo con sendas cañas, que venimos sedientos y hemos recorrido kilómetros para degustar los pequeños manjares de su cocina. Gustosamente fuimos atendidos. Ya demolida la cafetería «El Sol» con sus inigualables patatas con mayonesa, se ha reducido la competencia en la salmantina localidad de Béjar.

Mis padres nacieron, se conocieron y vivieron su juventud allí, en Béjar, (aunque mi padre se empeña en decir que es de Palomares, ya absorvido por esta ciudad) no es por tanto de extrañar que aunque salvo mis abuelos el resto de la familia se dispersó por el resto de la península, el reencuentro familiar fuera un ritual a cumplir todas las navidades.

Asi que inevitablemente, tengo los recuerdos pegados a los sabores y la cocina de las abuelas, a los trocitos de oreja para picar antes de comer (como si hiciera falta más comida!!), a las olivas preparadas caseramente con maña, a las chichas, a los calvotes, al queso y al chorizo, al cabritillo o lechoncillo navideño, a la mayonesa casera, que se corta, que no, al tostón, a las rosquillas…





Ya os digo yo, que con lo años me estoy volviendo un nostálgico. Si no que me expliquen a santo de que iba a subir yo a la sierra de Béjar para poder ver Gredos y la Covatilla hace unos años, cuando la estancia en casa de los padres de mis padres se limitaba a comer, echar unas Magic, y roncar a pierna suelta hasta que se nos despertaba para comer en unos días cíclicos y bastante entretenidos. Ahora, más modernizados nos marcamos un Risk, o un Ciudadelas, o un Zombies y nos quedamos tan anchos, ante la atónita mirada de los familiares que miran incrédulos los tableros y cartas. Y digo yo, que no será tan dificil de entender cuando ellos juegan al mus y al tute y en la segunda ronda ya saben perfectamente lo que tiene cada uno en su mano. Eso si que es díficil!!! Carallo!!!


Debería sentir más vergüenza de la que siento al no conocer la Sierra bejarana, pero nunca es tarde si la dicha es buena, y aunque ya lamento que mi estado físico no es ya el óptimo para trotar cual cabrilla por los montes, no está de más respirar un poco de aire fresco aunque sea subiendo hasta donde se pueda en coche. Ejem. Ejem.







Poco más, apenas nos vemos esta vez al año, así que el tiempo se consume rapidamente. Para los que no acostumbramos a mantener un contacto regular (como un servidor… ejem ejem otra vez) es la hora de ponerse al día, así que entre vinillos, champán, polvorones, turrón de chocolate, mazapanes y bolitas de coco se acompañan las historias y aventuras y los firmes (y casi nunca cumplidos) própositos de vernos más veces al año. 🙂