Vaya vaya vaya… si va a ser que voy a volver a hablar de Londres!!! Esto si que no os la esperabais eh? Claro, os tengo desacostumbrados. Pero tampoco os hagais ilusiones, que no creo que dure demasiado. Jejeje.

A lo que ibamos, que ya era hora de mostraros alguno que otro mercado de esta ciudad. En esta ocasión uno más pequeño y recogidito. Situado en Columbia Road, en la zona Este de Londres, se encuentra una pequeña calle, de aspecto indiferente que los domingos se pone el traje de fiesta y se llena de colorines de flores para que todos aquellos que atraidos por ellas cual abeja Maya, quieran tener un pequeño detallito con alguien especial, añadir un poco de luz al hogar o cualesquiera que sean las razones que le lleven a uno a comprar flores.

Lo mejor ya os podreis imaginar que es lo bien que huele. Además esta muy animadete con los floreros (lease como vendedor de flores) a grito pelado, asegurandote un mínimo de semanas de vida para cada flor (Lo cual está muy bien para alguién como yo carente de todo instinto jardineril).


Este mercado comenzó a idearse a mediados del siglo XIX cuando se pensó como un lugar donde poder vender pescado fresco traido directamente de los barcos que amarraban en el Tamesis en la zona Este (cuando Londres permitía que barcos mercantes surcaran el Tamesis, cosa que ahora esta prohibida con la consiguiente desintoxicación de sus aguas). Para que esto funcionara, era necesario conseguir que el tren llegara hasta la zona, pero se falló miserablemente debido a tramites burocráticos y la idea de un mercado cayó en el olvido hasta que los inmigrantes judíos establecieron unos cuantos almacenes en la zona.

Como el día religioso de los judíos era el sábado y no se permitía trabajar, se consiguió un permiso para poder funcionar como mercado los domingos. Por aquel entonces empezó a tomar fuerza la idea de las plantas, pues otros mercados como el de Convent Garden y Spitafields agotaban sus existencias los sábados. Asi que poquito a poco se fue estableciendo como un sitio donde comprar las plantas cuando se habían acabado en los demás sitios (extraña filosofía de negocio, de cualquier manera).

Como dato curioso, se impusó una norma por parte del ayuntamiento en que los comerciantes perdería su licencia si no aparecían al menos una domingo de cada cuatro, por lo que temerosos de perderla empezaron a asistir más asiduamente, formando el pequeño y divertido conglomerado actual.

Por supuesto no es algo excesivamente grande ni impresionante, pero es curioso para visitar si se pasa por la zona. 🙂