Ya era hora, mis queridos compañeros de viaje, de retomar lo que había empezado y siempre y se acaba alargando hasta el infinito, pero el deber, junto con las ganas de contarlo, me llaman para acabar lo que he empezado y si no se acaba de esta tirada (que lo dudo) al menos avanzar un poco más. Lo han adivinado. Retomamos el viaje a China.
Si mis neuronas no me abandonan (cosa que no me extrañaría) nos quedamos bicicleteando por los muros de Xi’an, en lo que fue el último momento en esa ciudad de la que habría de volar al día siguiente para aterrizar en Shanghái. Desconocía casi todo de esta ciudad salvando la imagen de ciudad llena de piratas chinos manejando pólvora y oscuros bajos fondos con que se la representaba en las películas y libros ambientados hace más un siglo.
La realidad, al menos la actual, no tiene mucho que ver. Shanghái es en su superfice una ciudad tecnológica. La joya de la corona china que intenta ver en ella, el progreso, el podería del imperio Chino. La ciudad reconstruida para hacer frente a macrourbes que atraigan los negocios y los capitales extranjeros. A primera vista, Shanghái es deslumbrante.
Pero Shanghái, ciudad de contrastes, no puede ocultar que no es oro todo lo que reluce y la pobreza se acumula a los pies de los enormes y brillantes rascacielos. Una ciudad a caballo entre China y el mundo occidnetal, que ha crecido y evolucionado más rápido que sus habitantes.
La gente de Shanghái, dejando a un lado a los múltiples vendederes que te acosan continuamente esperando que compres un reloj, un bolso, CDs, DVDs, un traje a medida, o cualquier otra cosa de origen poco legal, me pareció mucho más abierta, curiosa y agradable que en Pekín. Muchos se acercaban a preguntar que te llevaba a China, que si te gustaba, que de donde eras y generalmente si les importaba que se hicieran una foto contigo. También el nivel de inglés, en una ciudad que lleva con personal extranjero durante ya unas décadas es mucho mejor y permite a la gente comunicarse con mayor facilidad. Lamentablemente, esta honesta y verdadera amabilidad la supuse más tarde y escaldado como venía de los timadores de Pekín y de los vendedores ambulantes de sus calles principales, me temo que más de un shanghainés que sólo intentaba satisfacer su curiosidad y mostrar su amabilidad se llevó una mirada de desconfianza y alguna respuesta que se alejaba de los canones de la buena educación. (sigh).
Un par de apuntes antes de entrar en detalles con esta ciudad. El primero es la cantidad de vehículos motorizados pseudo-motos que circulan por sus calles, siendo estos muchísimo más abundantes que los coches y creando una maraña de infinitos e indeterminados carriles en su circulación. Sálvese quien pueda!!
Y el segundo es que si decidís llegar en avión a Shanghái lo hagáis en el aeropuerto de Pudong pues desde allí tendréis la posibilidad de viajar en el Shanghai Maglev Train, el primer tren magnético de uso comercial, que comunica aeropuerto y ciudad y recorre sus 30 km de separación en 7 minutos y 20 segundos.
Una gozada. No siempre se puede viajar por tierra a 430 km/hora. 🙂
La primera foto parece sacada de un comic.
Como siempre, las fotos tienen vida propia…
Un supersaludo
¡¡Qué curisoso es china!! .. y a la vez que penita me dan…la de años que tiene que pasar para que la gente evolucione como el resto del mundo… y los gobiernos lo permitan.
Besos.
Oria, eso mismo me parecía a mi. Shanghái me pareció muy irreal. Muy de comic es una buena manera de definirlo, la verdad. 🙂
Superwoman, muchas gracias. ^__^
Cristina, da un poco de pena, la verdad, pero aún así, Shanghái debe ser de las mejores ciudades para vivir de China. A diferencia de Pekín, a mi me gustó mucho…
Con respecto a la evolución, pues siempre se dice que cuando China despierte el mundo temblará, pero parece que su gobierno le sigue dando narcóticos. Aún así, es la tercera potencia económica del mundo. No tiene ningún sentido, verdad?
Shanghai me parece más espectacular en tu entrada que en lo que vi yo cuando estuve. Ya te dije que no me gustó nada. Está claro que un buen fotógrafo y (no menos importante) buen tiempo, cambian un poco las cosas. 😉
🙂 jejeje… muchas gracias por la parte que me toca.
A mi Shanghai si que me gustó y no me importaría vivir allí una temporadira. De cualquier manera no es la ciudad maravillosa que los chinos quieren hacernos creer…
Pues lo que pasa en los sitios donde se ha crecido tan rápido, que no toda la sociedad puede seguir el ritmo, lo he visto en Bangalore y Mumbai en India, en Bangkok, en Kuala Lumpur… Muchas veces eso también le da un toque de «realidad» a la ciudad, un toque más «auténtico»; por ejemplo en Singapore no se ven los contrastes de su origen, pero al final la ciudad parece un poco artificial, una ciudad sin alma, no se si me explico…
Bien, si aquí tenemos el AVE, aquello debe ser un colibrí atado a un torpedo. Da la impresión de verlo todo a cámara superrápida.
Por cierto, la imagen de la maraña de cables que cruza la calle me parece muy representativa de lo que describes. Nice shots!
Cris, puede ser, no lo había pensado. Aún así y a pesar del encanto que tiene se nota un escalón entre la ciudad y la gente que intenta ponerse a su altura.
Japogo, cables, tendederos, todo vale! 🙂