El río surcaba los valles, serpenteando suavemente, dejando a ambos lados laderas maquilladas con terrazas, escalones trabajados por el hombre durante siglos para conseguir dominar la naturaleza y poder cultivar donde el sentido común dictaminaba que no se podía. El mismo ejemplo que habíamos podido ver en otras partes del mundo, como Vietnam o China pero esto no era ni Sapa ni el Espinazo del Dragón, esto era la gallega Ribeira Sacra, delimitada por los ríos Sil y Miño entre Orense y Lugo.
Salvando el terreno, la verdad es que las condiciones a orillas del Miño y del Sil, en la zona denominada Ribeira Sacra, eran bastante buenas. Los propios ríos hacen de agentes termorreguladores y el clima marcadamente atlántico (aunque tenga un poco de tendencia mediterránea) es ideal para un vino más ligero, más fresco y algo menos dulce. El clima no favorece la maduración de las frutas, por lo que serán más ácidas y menos azucaradas. Consecuentemente el grado del vino suele ser menor.
Todo esto, que puede sonar a postureo (y en mi parte de paladar poco entrenado lo es), han colocado a esta variedad de vino entre los más cotizados del mundo. No solo por su sabor, si no por su exclusividad limitada. Al fin y al cabo, son muy pocos (en proporción con otros tipos de vinos) los litros que pueden producirse anualmente de esta manera, en zonas complicadas, sin poder usar máquinas, solo a base del trabajo humano cargado y trabajando a través de las laderas. El trabajo es tan complicado que ha recibido el nombre de viticultura heroica.
No es para menos, cuando desde los miradores que recorren el Sil y el Miño se ven las terrazas ya se puede asegurar que las condiciones serán tremendas, pero desde los propios ríos, recorriéndolos y viéndolas de cerca se palpa la dureza. Es una manera de hacer vino tradicional, que para muchos pequeños productores no es ni será rentable, sino que sigue una estela familiar, un trabajo continuado arañando recursos a la montaña, solo manos, brazos y espaldas.
Se considera viticultura heroica a la que se produce en terrenos de más del 30% de pendiente, aunque en la Ribeira Sacra llega en algunos lugares al 100%. Hay muy pocas zonas que tengan esta denominación acompañando a esta región de Galicia, Cangas de Narcea en Asturias y el Priorat en Cataluña.
Te guste o no el vino, la zona es bastante sorprendente y para mí toda una sorpresa desconocida y de enorme belleza. Recorrer las riberas del río puede ser un proceso largo y trabajoso, no porque no haya suficientes y estupendas carreteras, si no porque querrás parar en cada punto a hacer fotos. La zona además está llena de vestigios del románico, no en vano, las ordenes monásticas fueron de las principales impulsores del vino, extendiéndolo y convirtiéndolo en uno de los artículos preferidos por los señores durante la Edad Media. Vamos, que gustaban de remojar el gaznate con ello, una tradición que ha llegado sobradamente hasta nuestros días. Así que si pensabas que el interior de Galicia no guardaba ninguna sorpresa, te equivocabas. A disfrutar del paisaje, de los vinos, del románico, de la tradición… o de todo junto, que no hay necesidad alguna de elegir solo una.
Parte del minubetrip por la Ribeira Sacra con Miguel Egido, Miguel Michán, Jesús y Adri.
Muchas gracias por estas fotos. El otro día en una degustación de vinos en una taberna de Lavapiés nos hablaban justamente de esto, de la dificultad de producir vinos en esa región, y justo ahora veo tus fotos y me parece sencillamente maravilloso 😉
Felicitarte por este magnifico reportaje de la Ribeira Sacra, lugar poseedor de grandes tesoros por descubrir y tan desconocido al resto del pais y del mundo. Gracias por dar a conocer un trozo de la riqueza que posee el sitio donde vivo
@Elena que bonita coincidencia. 🙂 Eso si, si puedes acercarte a verlo verás como te encanta!!
@Oscuroabismo, un placer haberlo descubierto!!! 🙂