Amanecía en la Hacienda Bambusa. El sol despuntaba tímidamente entre el bosque de nubes, iluminando brevemente las paredes del caserón y los balcones con hamacas, mientras los restos de agua de la tormenta nocturna daban brillos a la mañana. Casi todo el mundo dormía aún, tan solo los colibríes, más madrugadores que ninguno, se afanaban en comer todo lo que podían de los comederos, zumbando como helicópteros en miniatura con ese invisible batir de alas.
Fueron esos mismos rayos los que tiñeron de dorados el tranquilo paisaje que nos rodeaba. Al fondo, montañas, los macizos de los Nevados, escondían sus cabezas entre las nubes, mientras a sus pies se extendían hectáreas y hectáreas de cultivos. Ahora plátanos, antaño cafetales, de esos que dieron y dan nombre a un país.
Estábamos en pleno triángulo del café. Tierra de cultivo y exportación de granos tostados que van a parar a las tazas de todo el mundo. Un proceso muy cuidado y muy artesanal. Primero se recolecta el grano (que maduro es de color rojizo y al que se conoce como cereza), se vuelve a seleccionar a mano (por si algún granito verde se ha colado) y ahora si, ya entran a funcionar las máquinas para pelar los granos, convirtiéndose en cereza que hay que lavar y limpiar. Llega el momento de secarlo (de manera manual adornando tejados o en cámaras de secado) y entonces se empaqueta para llevarlos al siguiente punto, donde serán tostados.
Lo de tostar el café tiene también gran parte de su arte y muchas veces va a definir también el sabor. A más tostado más sabor pero también empiezan a producirse aceites, lo que hace que vaya perdiendo otras cualidades como el aroma. Por si os lo preguntabais, el café de Starbucks suele tener un tostado alto, cosa que no parecía agradar a los cafeteros de la región.
Yo reconozco que tengo la mayoría de mis sentidos oxidados y al igual que en una cata de vino donde un buen sumiller puede detectar decenas de sabores y aromas, lo mismo sucede con el café. En San Alberto, donde intentaron (en mi caso sin demasiado éxito) inculcarnos todo el proceso de una buena cata de café, había todo tipo de pruebas que desafiaban a la nariz, lengua y paladar.
Yo me quedé con un par de detalles curiosos. Uno, que cuanto más ácido es un café, más agradable es para hacer un capuchino o un latte, porque la leche compensa esa acidez y que atención, un expreso tiene menos cafeína que una café normal. ¿Cómo te quedas? Pues si, parece ser (si hay algún químico en la sala, que lo corrobore) que la cafeína aparece al estar el café en contacto con el agua y en un expreso, está mucho menos tiempo que en un café normal. Así que ya saben, si quieren un café y les da miedo porque se tienen que ir a dormir, tómense un expreso. Ah y el té, tiene más cafeína que el propio café. El mundo está loco.
Pero bueno, yo estoy haciendo mis deberes y en pleno proceso de convertirme en un experto cafetero, así que me traje de todo tipo de cafés para ir acostumbrándome a lo bueno. Unos más fuertes, unos menos. Y lógicamente, ahora, volver al molido de supermercado de toda la vida, cada vez se hace menos llevadero. En breve, podréis llamarme Juan Valdez.
(No, este no es Juan Valdez, pero también es una cafetero arriero)
Supongo que ese nombre, a muchos os sonará de algo, ¿verdad? un cafetero arriero colombiano, caminando entre cafetales por los Andes en compañía de su mula Conchita. Juan Valdez, no fue sino un producto comercial de enorme éxito, que consiguió llevar la imagen del Café de Colombia a todo el mundo.
Lo cierto es que Juan Valdez, se llamaba Carlos Sánchez y su sucesor en 2006 Carlos Castañeda, pero la tradición dice que este y los próximos Juan Valdez habrán de cafeteros antes que actores. Así que aún así, el casting se hizo entre los propios cafeteros.
Pero en el triángulo del café no todo son granos tostados y grandes plantaciones, hay muchas sorpresas más, como por ejemplo las Palmas de Cera, las palmeras más altas del mundo (alcanzando 60 metros de altura), que se han convertido en la planta colombiana oficial y además es originaria de allí, de las faldas de Los Nevados, del espectacular Valle de Cocora.
Zona de rutas que deben dejar con la boca abierta si la visibilidad es buena, pero nosotros faltos de tiempo optamos por darnos al comercio y bebercio del lugar, que casualmente tiene su especialidad en forma de trucha de los ríos de la zona. Servida sobre un plato hecho de patacón frito, que lógicamente uno se acaba comiendo también. Este tipito que gasto no se consigue solo. Que conste.
Y nuestra última parada de la zona fue en el pintoresco pueblo de Salento, un lugar fantástico para una parada técnica en el triángulo y que para nuestro regocijo se hallaba en fiestas, coloridas, llenas de música y con el aguardiente corriendo como si fuera agua, así que no era de extrañar que a nadie le importara demasiado la lluvia que caía insistentemente.
(Aguantando descargas eléctricas. Todo un furor en Salento)
Fue en este pequeño rinoncito montañoso donde nos despedimos de nuestra breve incursión en Colombia. Una semana que dio para mucho, pero fue demasiado poco y que sirvió de introducción a lo que espero sea en un futuro una visita en condiciones. No será por falta de ganas.
Parte del Minubetrip por Colombia, Enero 2012.
Tuvo que ser muy interesante aprender sobre cafés y ver las plantaciones. Gracias por compartir los detalles.
Las fotos, como siempre, magníficas.
Grandes fotografías… transmiten muy bien la calidez del sol tropical, y casi hasta el aroma de los frutos del café…
Disfruto de tus actualizaciones como si esstuviera yo allí….
milittletreasure.blogspot.com
¡! Maravillosas fotografías. Yo también quierooooo
Gracias!
Bueno hace un tiempo que no me pasaba por aquí mi querido Ignacio, pero parece que te fuiste de vago otra vez y que fotos como siempre. Colombia esta preciosa en todas las fotos coloridas que has puesto. La comida en fotos increible ahh se me antojaron mala hora para visitar tu blog -_- con esta hambre. Enhorabuena y a seguir leyendo 😛
saludos
Buf! La entrada con mas nivel fotográfico de los últimos tiempos en mi opinión. No sabría quedarme con una!
Cada vez retratas mejor la sociedad y las costumbres. Cazas buenos instantes.
Ahora cuando me tome un café no podré verlo con los mismos ojos!! y nunca me lo imaginé de color rojo!je je
Lo de las descargas es lo más! ja ja ja lo probaste? ¿?
Por cierto me encanta el robado del autobús 😀
Muy buenas las fotografías. Un saludo!
Alberto, los pocos detalles de los que me acuerdo! 😛 Un abrazo!!
Purkinje, gracias!!
Nerea, *^__^*
Iraide, hay que ir a Colombia! ahora!! 😀
Monchoman, nada, fue tan solo un viaje de una semana. Muy poco para lo que a mi me gustaría!! 🙁 Un abrazo!!
Morfet, vaya!!! muchas gracias!!
Jesús Rodriguez Martín, gracias!! y eso que de Salento no sali nada contento (fotograficamente) para lo que había…
Vir, yo? Si soy un cobardica!!! Por cierto, el robado es en una calle, pero ahora que lo dices… si que parece un autobús!!
Cargador solar, gracias!!
🙂
Tienes unas fotos brutales en esta entrada… pero la última es de campeonato!! OJU!
Gracias!!
¡Muy guapo post! Lo que no debe ser recomendable entonces es tomarse un cubo de café tostado con mucha agua y luego aguantar descargas eléctricas en Salento, digo yo…. El mundo está loco, loco.