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Era un muro impenetrable. La naturaleza había formado una muralla infranqueable que llena de aristas afiladas desincentivaba cualquier idea de asalto. Un laberinto sólido de agujas de piedra que habrían alegrado la vista a Sauron tras la Puerta Negra. Solo años de evolución habían permitido a algunas plantas una leve invasión, incrustándose entre sus pliegues pétreos. El resto de la vegetación se limitaba a abrazarlo a lo largo de su perímetro, con tímidas incursiones que no parecían importar a nadie. La pared seguía ahí. Impasible. El bosque de piedra. Los Tsingys de Bemaraha.
La naturaleza tiene curiosidades que desafían nuestra percepción. Es el trabajo paciente de su cincel, un trabajo tan metículoso que medido en millones de años nos resulta impereceptible. Para nuestros ojos, para la historia del ser humano, los Tsingys siempre estuvieron allí. Sin embargo han recorrido un largo camino, su propia Odisea, desde las profundidades del mar hasta alcanzar esas cumbres.
Retrocedamos millones de años. Pongamos unos doscientos cincuenta (año arriba, año abajo). En ese momento en el fondo del mar se están formando estratos a base de corales y conchas de animales muertos. Se van solidificando, como capas de una lasaña submarina. Unos cuantos millones de años después, violentos movimientos tectónicos elevaron esa capa a la superficie, a las alturas, creando una meseta de estrato calizo. Esto es todo lo que la naturaleza, el escultor, ese Miguel Ángel sin prisa, necesitaba.
Primero porque al elevarse y someterse a la presión y la tensión el terreno se agrietó y fracturó. Eso permitió que el agua accediera por esos recovecos y fuera dando forma a un complejo sistema de cuevas. Ese fue el primer tipo de erosión pero también la lluvia y el viento fueron desgastando las partes más expuestas, disolviendo partes. Se fueron tallando cañones, se fueron creando gargantas profundas que alcanzaban subsuelos olvidados, se fueron afilando sus pináculos.
Tomemos un minuto para pensar en lo que tenemos delante: Un cementerio decadente de fósiles y conchas, formando una fortaleza gótica de torres de piedra. Un espectáculo único y fascinante. Uno de los más representativos de Madagascar, tanto que fue reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Bekopaka es el punto de entrada a los Tsingys. Una pequeña población a orillas del Manambolo, un río calmado que al igual que sucedía con el Tsiribihina también se puede descender en piragua a lo largo de tres días. Partiendo de Ankavandra es un viaje que comienza entre paisajes amplios hasta acabar encajonado entre acantilados a su llegada a Bekopaka. Si llegas en 4×4, como hicimos nosotros, siempre puedes hacer un pequeño paseo en barca, adentrarte en sus cuevas y admirar su flora y fauna.
Desde Bekopaka se pueden visitar varios Tsingys, el pequeño al que se llega caminando en un paseo de unos 20 minutos y el grande que estando a unos 17 kilómetros, necesita de vehículo propio para poder completar sus dos recorridos en un día. Se podría suponer que siendo tan inhóspitos como parecen deberían ser totalmente inaccesibles. Pero si Teseo pudo encontrar un modo de atravesar el laberinto del Minotauro, no iban los malgaches a ser menos. Contra todo pronóstico hay pequeños recorridos de varias horas que permiten adentrarse en esta impresionante fortaleza.
Aquí tenemos varios niveles de dificultad, siendo los pequeños los más sencillos, pero hay que tener en cuenta que a pesar de todo no es un recorrido accesible. Tocará vestirse con arneses, y escalar, subir escaleras, atravesar pasarelas, puentes, túneles y cuevas y tener cuidado con no cortarse o arañarse con sus filos afilados, adentrarse en angostas gargantas y sentirse diminutos.
La recompensa será sentirse conquistadores de un paisaje imposible. Alcanzar sus cumbres y ver el infinito bosque de piedra es simplemente fascinante.
Algunos consejos prácticos:
– Los Tsingys solo se pueden visitar durante la temporada seca. No creo que quiera estar en esas gargantas y cuevas mientras llueve copiosamente, por lo tanto solo se pueden visitar entre Abril y Noviembre.
– No te olvides la crema sola, agua, ropa cómoda, guantes y calzado de trekking así como linterna.
– A pesar de que todos los recorridos están marcados, siempre estarás en compañía de al menos un guía (no se puede visitar por tu cuenta), así que a pesar de la perdida de orientación no te preocupes. No te perderás.
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Tienes más información del viaje en la web de mi compañero Isaac de Viajes Chavetas.